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Avanzar. Progresar. Acciones imprescindibles para alcanzar los destinos anhelados, y que el equipo de gobierno de Torrelavega no sabe conjugar. No al menos desde la moción de censura de 2014, entonces justificada alegando la difícil continuidad de Sniace. Y la realidad hoy en día es ... que, como casi todo en la ciudad, como una alegoría de la misma, la fábrica permanece parada. De hecho, desde el lejano año de 2011, fecha en la que se inauguró el Palacio de Justicia, poco se ha estrenado en nuestro municipio. Una ampliación hospitalaria, otra en un instituto, una pasarela, unos huertos, un banco desproporcionado en el que se descalabran los niños... Ni tan siquiera el descacharrante puerto seco. Ni un solo paso hacia el futuro.
Y mientras, los mismos proyectos permanecen abandonados en un rincón, cubiertos de naftalina, aguardando otra campaña electoral para volver a ser prometidos: soterramiento, piscina olímpica, Las Excavadas, conservatorio, la Lechera, Palacio Municipal y tantos otros que son historia, ilustraciones de un libro antiguo al que se quitan las telarañas cada cuatro años, coincidiendo con la liturgia de la promesa a los votantes... Algunos, entonces, un verdadero desparrame de color y fantasía, cayeron en un pozo de olvido al que no recurren ni los creadores del disparate; la ciudad del cine que iba a hacer de la calle Mártires el nuevo Sunset Boulevard, y de Consolación Rodeo Drive; la mina infinita, que crearía tantos puestos de trabajo y que ocuparía hasta a los no regionalistas; empresas australianas o chinas, que pugnaban entre ellas por instalarse en el Silicon Valley del Besaya.
Ningún proyecto capaz de dinamizar la ciudad ve la luz en Torrelavega. Si no sabes hacia donde vas, no importa a donde te dirijas. Entonces, a Torrelavega ¿qué se le reserva? ¿Cuál será su destino en una región de feroz centralismo, abocada a vivir de un turismo caprichoso? En el mejor de los casos, el de ciudad dormitorio. Aunque, en un escenario más oscuro, pero realista, pudiera ser el de suburbio residual.
A primera vista, no parece ser que exista alternativa alguna. Una mínima idea de futuro. Luego, en un análisis más pormenorizado se comprueba con toda certeza que no hay previsto nada de nada.
Al timón, ahora y antes, están los regionalistas. Al timón, pero también despensa, intendencia, administración, relato... Control total. Y los socialistas se contentan con seguir a bordo, y que llegue su ración de rancho, sumisos y obedientes. En un barco sin puerto al que llegar: ¿Quizá un futuro industrial? No, pues no hay propuesta de empresas sostenibles alternativas que revitalice el actual entramado fabril del municipio, cansado y demasiado pesado.
¿Servicios? No parece, atendiendo al saco roto en el que caen propuestas como el traslado de las direcciones generales o la implantación de nuevas especialidades en el campus, que darían mayor vida a calles, despachos y comercios
¿Ganadero? Eso ya es historia, una reliquia para museos etnográficos y selfies vacacionales de entrañable sabor rural ¿Qué es lo que se pretende, entonces? ¿Qué Torrelavega, con La Lechera (donde se reubicaran las escuelas municipales y una colección de arte que no se echó a faltar ni cuando estuvo dos años desaparecida) y esa nueva creación de la fanfarria pinturera de los dinosaurios acuáticos, que ya apunta a terminar en el cuarto oscuro del 'sanseacabó', compita contra Altamira, o una propuesta, a veinte kilómetros de distancia, con cinco ofertas culturales de magnitud internacional (por ejemplo, el Centro de Arte Botín ofrece una monográfica sobre 'Picasso Ibero', junto con una colección de retratos que incluye a Matisse, Bacon, Gris... Además de las esculturas de Joan Miró)? Es como ir a participar al derby de Ascot con la burra Catalina.
Torrelavega pierde identidad, oportunidades, futuro y no parece que desde los gobiernos local y regional les preocupe este asunto. La excusa de la pandemia y una apuesta por el turismo (en una tierra en la que llueve 123 días al año y marca, en la zona costera, una temperatura media de 14ºC) parece liberarlos de sus responsabilidades hacía esta ciudad.
Ni nos movemos, ni sabemos hacia donde debemos ir. Y mientras, algunos, arropados de fantasías electoralistas y propuestas imposibles, siguen viviendo en el país de las maravillas. Las citas son del libro de 'Alicia en el País de las Maravillas', del reverendo Charles Dodgson ( Lewis Carroll), profesor de Lógica en Oxford.
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