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La inflación sí que es un impuesto, ¡vaya si lo es! El más perverso, el que de verdad afecta a los pobres y a los cuasipobres, que son muchos más y que por añadidura no permite desgravar ni un céntimo.
Es curiosa la terminología ... de uso para hablar de ella en cualquier mentidero -gráfica palabra- en los que se manejan expresiones hípicas para definirla por alguna razón desconocida: «galopante», «desbocada»... que nos da idea de la velocidad incontrolable que lleva, siempre al alza. Merecería incluso términos más contundentes del tipo de «enloquecida» ó «disparatada» que expresan cómo se está comportando, fuera de todo control.
Asusta al ciudadano y a los mercados provocando un temor insuperable porque recordamos otras épocas y sabemos que se necesita una plena unión matrimonial de economía-confianza que se está hoy transformando, quizá ayudado por las circunstancias, en economía de guerra-recelo. Nada bueno.
También, como es lógico, asusta al Gobierno y se le nota. Sobre todo en la expresión de los ministros y ministras. Porque la actitud del presidente no cambia nunca de ese optimismo ilusorio en el que vive, revertiendo los problemas o a las decisiones, del blanco al negro o del negro al blanco, sin despeinarse.
Lo mismo cambia en un plis-plas nuestras relaciones con Marruecos él solito, dejando a los pies de los caballos, o mejor, de los camellos, a nuestros queridos saharauis, que no envía y luego envía armas a Ucrania, reprochándonos además algo así como: «¡Es la Microbiota, idiota!», que es el título de un libro de éxito de la doctora Arponen que trata de mostrarnos los billones de microorganismos desconocidos que habitan nuestro cuerpo.
También tiene que tener el presidente billones de razones ocultas que justifiquen su esperanza, que es la nuestra, para salir de la situación, que ojalá pronto conozcamos, porque le quedaría una responsabilidad 'ad hominem' que puede acabar con su estancia 'TI' (todo incluido) en La Moncloa.
Suponemos que será consciente de la situación para atacar la crisis, porque ni los ciudadanos ni la inflación se contienen sin acometer las causas del aumento de los precios por mucho que se quieran paliar las consecuencia con parches de 20 céntimos de descuento en el combustible.
A pesar de la buena intención, no sirve, ni son útiles los recuerdos nostálgicos de cuando sus correligionarios cantaban, incluso en sus peores tardes, «como El Viti no hay ninguno» a aquel magnífico torero. Olvídese de ese cántico de «cómo Pedro no hay ninguno» y escuche atentamente los abucheos cada vez que sale de casa, para que se haga una idea exacta de cómo está el tema.
Miedo da que esté pensando en convocar elecciones... algo que se producirá el día justo en que jure que no va a convocarlas. A lo mejor es la solución.
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