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Elfísico austríaco Erwin Schrödinger intervino en agosto de 1934 en la Universidad Internacional de Verano de Santander. Altamente talentoso, pero disgustado en Berlín con el ascenso nazi en Alemania, se había marchado a dar clases en Magdalen College en Oxford, adonde llevó una dificultad que ... le acompañaría el resto de su vida: formar un hogar junto con su esposa y una amante, algo mal visto entonces. Al llegar a la capital cántabra, Schrödinger, a sus 50 años, ya era Premio Nobel de Física por sus contribuciones a la ciencia natural. Pero aún faltaba un año para que desarrollase, en carteo con Einstein, su famoso experimento mental, mundialmente conocido como 'el gato de Schrödinger'.
Este gato se halla dentro de una caja donde hay una pequeña fuente radiactiva. Si un átomo se desintegra (hay equis probabilidades de que suceda), un contador Geiger recoge la radiación y hace funcionar un mazo que rompe un recipiente con veneno, que provoca que el gato muera al inhalarlo (en otra variante, se produce una explosión que desguaza al pobre minino). Según la manera predominante de entender la física hace un siglo, la cual se denominaba 'interpretación de Copenhague' por la influencia del gran físico Niels Bohr, también Nobel, el gato estaba a la vez vivo y muerto dentro de la caja, hasta el momento en que esta se abría y se determinaba la realidad como uno de los dos estados: o vivo, o muerto.
Esta parábola se utilizaba para ilustrar la teoría de que un estado resulta de la superposición de otros posibles, en cierto modo coexistentes, y que hay un momento en que se define como uno de ellos. Para los daneses, ese momento era el de la observación o medición. Para Schrödinger, sin embargo, la realidad es la realidad y no nuestra medición. Alguna vez dijo que no es lo mismo una foto movida que una foto de algo en movimiento, aunque aparentemente por la imagen no se pueda distinguir una u otra causa de la composición. Por tanto, no aceptaba que su gato estuviera a la vez vivo y muerto. Este problema ha traído mucha cola, más larga que la del gato, porque es prácticamente donde la física se encuentra de nuevo con la filosofía. ¿Hay universos paralelos? ¿Qué es la realidad? ¿Cómo pueden coexistir situaciones alternativas? ¿Por qué se selecciona una de ellas en un momento dado? ¿Qué idea del tiempo surge de todo ello? Y lo más importante, ¿puede una máquina cuántica dejar mejor el café con leche del desayuno?
Me parece increíble que no haya una escultura del Gato de Schrödinger en La Magdalena, donde recientemente discurre una polémica en torno al nivel de los cursos de la UIMP y, en general, sobre si el Gobierno de España, que creó en 1932 este centro de estudios superiores tan especial, verdaderamente cree en él, o si el ministro Castells es como Bohr y se da por satisfecho teniendo a la Universidad a la vez viva y muerta.
Difícil estimación, pero la fecha que hemos citado nos recuerda que en 2022 se cumplirá el 90º aniversario de la Universidad. Es lo bastante redondo como para que el gato de Schrödinger demuestre que está vivo. Y un buen modo de demostrarlo sería con un programa especial que tratara las trayectorias y significación de los grandes nombres de la cultura española y mundial que estuvieron en el origen y primera infancia de este centro educativo. Y ello no solo recordando sus figuras y obras, sino también valorando cómo están hoy sus campos de reflexión, fuesen la física, la filosofía, la ciencia histórica, la medicina, el derecho y la economía.
En el primer Patronato, fue designado presidente Ramón Menéndez Pidal, el recuperador de la épica del Cid e impulsor de una gran historia general de España. Contaba como vocales con Miguel de Unamuno, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, filósofo, filólogo, escritor prolífico en verso y prosa; Claudio Sánchez Albornoz, destacado medievalista que escrutó los orígenes de España en aquellos siglos complejos; José Ortega y Gasset, a quien no hace falta presentar; y otros como Américo Castro, Enrique Moles, por la Sociedad Menéndez Pelayo Miguel Artigas (director de la Biblioteca Nacional), y el secretariado con Pedro Salinas y José Gaos. Después se añadirían personalidades como Ramón Carande, Xavier Zubiri, Johan Huizinga, Gregorio Marañón, Antonio Flores de Lemus, Salvador de Madariaga, Tomás Navarro Tomás, Hugo Obermaier, Blas Cabrera... La nómina es muy larga.
Una de las cosas que se le puede reprochar a la moda ideológica de la 'memoria histórica' es lo ceniza que resulta, pues, de aquello que hubo en el pasado de bueno o de malo, se recrea en lo malo hasta que uno llega a la conclusión de que esos episodios históricos, si reflejan la naturaleza humana, no autorizan a ninguna esperanza en el porvenir, a menos que podamos cambiar en un laboratorio dicha naturaleza. Como decía Kant, para variar la proporción de bien y de mal en la mente humana haría falta «una nueva creación». Pero si se ha de promover el bien, ¿por qué no dedicar mucho más esfuerzo de memoria a los ejemplos positivos? En nuestro caso, a los creadores, impulsores y primeras espadas intelectuales de la universidad veraniega. Es posible que, gracias a Schrödinger (o a su nieto Terry Rudolph), pronto tengamos unos superordenadores cuánticos que faciliten el trabajo. Precisamente sobre la técnica hizo aquí Ortega su célebre meditación, mientras que Unamuno disertó sobre el significado de Don Juan.
Si una universidad no se preocupa de la técnica ni del amor, ¿para qué se creó? Y desde luego, parece indefendible que no se ocupe más de los gatos, sobre todo porque no tenemos claro si aún viven dentro de la caja. Hay un 90º aniversario posible, ¿no lo sabremos hasta abrir la caja? Ya lo admitía humorísticamente otro Nobel de Física, el estadounidense Richard Feynman: «Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende realmente la mecánica cuántica». Con entender las conmemoraciones, ya es mucho.
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