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La ciudadanía debe de estar perpleja, y no me extraña ... ¿Otro conflicto en Sanidad? ¿O es siempre el mismo? Pues sí y no, estimados pacientes (y digo pacientes por cuando estamos enfermos y por la paciencia que tenemos que tener muchas veces).
El conflicto ... ahora se centra en un colectivo pequeño en cuanto al número de trabajadores, pero grande en cuanto a su radio de acción: somos los que nos ocupamos de atender en primera instancia a la población el 80% del tiempo, concretamente todos los días desde la 3 de la tarde hasta las 8 de la mañana y 24 horas los sábados, domingos y festivos. Formamos parte de la Atención Primaria de Cantabria y al mismo tiempo, en coordinación con el 061, debemos estar siempre preparados para la atención a la urgencia y la emergencia. Atendemos a los pacientes en el centro de salud, en su domicilio, en la vía pública o en los centros sociosanitarios, según sea necesario. Unas 3.000 consultas cada fin de semana, según los datos del Servicio Cántabro de Salud.
Esta es nuestra cuarta huelga convocada en los últimos 10 años. En cada una de ellas nuestras reivindicaciones han sido tan lógicas y sensatas que las hemos ido consiguiendo paulatinamente. Hablamos, por poner un ejemplo, de que se nos reconocieran los complementos de nocturnidad y festividad (como en cualquier empresa digna). Pero siempre quedaban cosas sin resolver, en las que el compromiso de la Administración no pasaba de «lo valoraremos», «seguiremos mejorando»... Y así hemos llegado a mayo de 2023 y se ve que no les ha dado tiempo a mejorar nada.
Me refiero a cosas tan poco triviales como la falta de seguridad con la que trabajamos: dos (médico/a y enfermero/a), o con suerte tres (cuando hay celador/a) profesionales en un centro de salud, sin una simple cámara que sirva de testigo si hay algún conflicto. Desgraciadamente ya hemos sufrido muchas agresiones, alguna de ellas muy grave. ¿Cuántas tiene que haber y de qué gravedad para que se tomen medidas? Que sí, que están en ello... pero que mientras tanto seguimos igual.
Me refiero a cosas tan poco triviales como que en muchos centros no hay celador/a, o sólo hasta las 10 de la noche. Y entonces somos solo dos. Y entonces, si tenemos que hacer una atención domiciliaria, hay que cerrar el centro y que la gente espere en la calle. Y entonces, si estamos en la consulta con un paciente y suena el timbre hay que dejar todo a medias y salir a abrir la puerta.
Me refiero a cosas tan poco triviales como el exceso de jornada con el que inauguramos nuestra cartelera cada 1 de enero que, unido a la escasez de médicos de familia y en ciertos momentos también de enfermería, hace que la mayoría terminemos el año habiendo trabajado bastantes más horas de las que nos corresponde. En el caso de los facultativos, la situación se agrava y, año tras año, hemos visto como cada vez es más difícil disfrutar de nuestras horas de permisos. Aún haciendo encaje de bolillos para no coincidir con los compañeros, la respuesta: «se deniega por imposibilidad de sustitución», se ha hecho demasiado frecuente. Y llega el verano y, lejos de mejorar, la situación es aún más catastrófica. Mucho nos tememos que en algún momento no muy lejano algún SUAP se quede sin profesionales.
Desde el acuerdo de fin de huelga de 2019 llevamos hablando de esto con nuestros gestores. Vino el COVID; no es momento. Vino el conflicto con los equipos de Atención Primaria; no es momento. Pues ahora sí lo es. No nos queda más tiempo si queremos, de una vez por todas, tener unos Servicios de Urgencias de Atención Primaria dignos, suficientemente dotados y en los que su personal pueda ejercer su derecho a los descansos establecidos legalmente. Que no pedimos más.
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