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Sugerencia sonora para acompañar la lectura: 'New light', de John Mayer.
En el juego de la vida hay dos tipos de personas. Las que irradian luz y las que no. Los que van de iluminados y son un coche con los faros fundidos en medio ... de una noche de tormenta circulando por una carretera secundaria. Otros tienen algún 'highlight' puntual, pequeños destellos que se desvanecen con rapidez.
He aquí mi pequeño homenaje/agradecimiento a los seres con luz, en general, y a José Espurz, en particular. El pintor alegre que le daba todo el sentido a la expresión «ir hecho un pincel». El campurriano de la sonrisa eterna. El cántabro universal. Un artista que trazaba optimismo y color allá por donde caminaba. Pepe para los más cercanos. Aunque él se acercaba a todo el mundo.
La vida es un ratuco. La vida araña, acaricia, zarandea, mece... Incluso mata. Pero nuestro transitar vital es mucho más agradable e inspirador con gente luminosa a nuestro lado. Porque la luz, al igual que sus antónimos, se contagian. Todos tenemos heridas, cicatrices, miedos... Pero como decía Leonard Cohen, «hay una grieta en todo, por ahí es donde entra la luz». Y quienes poseen ese don entran en nuestras vidas para hacerlas mejores.
Lo mismo que al buscar un nido que habitar buscas que la vivienda tenga toda la luz posible, con los humanos sucede lo mismo. Todos queremos tener cerca a quienes nos puedan suavizar el invierno con su calor a través de los ventanales de nuestro día a día.
La escritora y psiquiatra Elizabeth Kubler Ross dijo: «Las personas son como las ventanas con vidrieras: a la luz del sol brillan y relucen, pero en las oscuridad solo son bellas si algo en su interior las ilumina».
La pena está ahí, yendo y viniendo. Cuando llega, se ha de llorar con toda la fuerza y determinación posibles. Pero no nos debemos instalar en ella, tan fácil de escribir como difícil de realizar. Hay que salir de ahí como sea, y resulta menos complicado teniendo a mano esa luz de las personas especiales.
Recuerdo a Espurz en su estudio, mostrándome sus cuadros con la pasión desmedida del que ama su vocación. Le recuerdo también frente a la bahía de Santander, como un 'puertochiqueño' más, de terraceo, entre las risas y el alboroto del que exprime la vida. Como una verbena perfecta. Capaz de levantar un nublado con su predisposición al júbilo.
Son tiempos oscuros. Vivimos una supuesta transición del negro al color. Anhelando una vida anterior que se nos arrancó de entre las manos por un virus canalla. Un terrible apagón del que saldremos antes siguiendo la estela de la gente con luz.
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