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La mejor manera de ver el mapa de Cantabria es al revés. Cuando le das vuelta a la pantalla de Google Earth, entonces se entiende toda la historia y todo el problema del presente.
Hace unos cien años se consideró una gran novedad ... explicar todo a partir de la geografía. Ahí estaban portentos como el alemán Friedrich Ratzel y su 'antropogeografía', como el francés Vidal de la Blache (del que surgió una escuela entera de historiadores franceses), o como el británico Alexander Mackinder y el sueco Rudolf Kjellén, fundadores de la geopolítica (de hecho, la palabra la inventó el nórdico), por así decir y si omitimos aquellos consejos que los reyes de España tenían con sus asesores, a la hora de hacer política mundial durante nuestra época imperial. La primera geopolítica de verdad se hizo en El Escorial, aunque es posible que la primera restringida se practicase en el Palatino romano, adonde llegaban los informes del mundo entonces conocido.
Al girar el mapa, entendemos que Cantabria es apenas más que un leve y arrugado bordillo de la elevada masa ibérica. Con ella se conecta remontando ríos y atravesando puertos de montaña. Abajo, el mar abre sus infinitos caminos. El bordillo es una cola de la gran llanura verde del norte de Europa, lo que explica no solo nuestra genética sino también la distribución del arte rupestre. Somos límite sur de la Europa verde y límite norte de la Europa ocre, el punto donde los tonos azules y grises dejan su posición a los amarillos y rojos, y viceversa. La zona de intercambio es Campoo, la cabecera del Ebro, Polaciones, Liébana y las highlands pasiegas.
Es, por ello y aunque nos cueste mucho creerlo, el punto decisivo de Cantabria. No lo digo por mera simpatía a los campurrianos ni por mis raíces vallucas, sino por lo mismo que lo dirían Mackinder o Ratzel. Ese punto de articulación entre lo atlántico y lo mediterráneo, entre las sirenas de Odiseo y las hadas de Hibernia, es lo que siempre ha dado a los cántabros relevancia, papel, motivo y desarrollo. Y esas situaciones, aunque en parte han sido modificadas por posibilidades nuevas de comunicación, como el transporte aéreo o las telecomunicaciones, continúan teniendo un peso decisivo en la marcha de la vida regional.
Bien es cierto que una mejor unión de la 'cola verde' con el cuerpo europeo es positiva. A través del País Vasco o por otros medios (aéreos, náuticos). Pero ahí no salimos de la esfera atlántica, no ejercemos la conmutación a lo mediterráneo, no somos nadie. El desarrollo de la región desde el siglo XVIII se explica directamente por la posición conmutadora como puerto de Castilla, acelerada por el ferrocarril con Alar del Rey. Todo proyecto actual que retrase o se separe de este trabajo de pivote entre dos mundos va en contra de nuestro imperativo geopolítico, parte del hecho español como cierre del Mediterráneo y malecón occidental del continente. Incluso ese hecho del bordillo o desnivel acaba de ser noticia por su posible aprovechamiento energético con una inversión de 700 millones de euros. Y si nos detenemos a reflexionar, más cosas nos saldrían. «Llega a ser el que eres», pedía el poeta griego Píndaro. No es mala directriz de política regional.
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Ana del Castillo
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