Secciones
Servicios
Destacamos
En esta hora de Ucrania que nos concierne, se está poniendo de manifiesto la debilidad y distorsión actual de la delgada línea que separa nuestras ... democracias occidentales de los sistemas políticos postcomunistas, teocráticos o dictatoriales, que privan a las masas de sus derechos y libertades políticas. Atónitos hemos presenciado el espectáculo de Trump en el despacho oval, donde rompió con el tradicional liderazgo estadounidense en la defensa del mundo libre, para iniciar un inopinado idilio con la Rusia de Putin.
En nada ayudan a comprender lo que está pasando, las cantinelas del mundo multipolar, tan del gusto de demagogos y utopistas. En realidad, lo que estamos viviendo es la pugna por la hegemonía entre las dos superpotencias económicas y tecnológicas que dominan el mundo global, es decir, la Norteamérica postdemocrática de Trump y la China postcomunista de Jinping. Con ellos la política y la diplomacia parecen disolverse en la burocracia y los negocios. Ambas quieren tener como socio prioritario a la Rusia de Putin, que sigue siendo una superpotencia nuclear, venida a menos económicamente.
Como no hay otra China ni otra Rusia que las postcomunistas respectivas de Jinping y de Putin, ambas totalitarias en el sentido dado a este término por Hannah Arendt; tampoco existe de momento otro Estados Unidos que el postcapitalista de Trump y su camarilla de nubelistas, pues el partido republicano está en sus manos, mientras el demócrata yace arruinado y sin consistencia política.
Lo que salta a la vista, en cualquier caso, es el cambio de posición estadounidense, que ha interrumpido su ayuda a Ucrania, cuando más la necesita para seguir defendiendo su libertad a sangre y fuego contra la invasión rusa. A esta traición de Estados Unidos, se une el hecho de que Trump y Putin pretenden convertir su apresurada paz en un buen negocio de reparto de la tierra y los minerales ucranianos.
Por eso nos concierne a los europeos esta hora de Ucrania; y lo que nos manda es convertirla en la hora de la libertad y la paz justa. Si Europa es coherente, dejará su impronta democrática, promoviendo los derechos y libertades de esa sociedad libre invadida. Lo cual impone una asociación estratégica con la superpotencia tecnológica y militar norteamericana, aunque se haya convertido en un obstáculo para la ciudadanía ucraniana en su defensa de la libertad en su territorio. Y aquí radica la primera dificultad.
Además esta hora de Ucrania, que pone a prueba el carácter democrático de Europa, es tiempo de decisión y fuerza, no de pesimismo. Supone que los Estados de la UE y Gran Bretaña sean capaces de aunar voluntades y esfuerzos, para decidir al unísono en materia de relaciones internacionales y defensa. Y aquí radica la segunda y no menor dificultad.
Pues hay miembros de la UE, como Francia y Alemania, que han hecho sus deberes electorales y están liderando este ahora de Europa, junto a otros comprometidos, como los países nórdicos o las repúblicas bálticas, porque están en el fango de Ucrania y han entendido enseguida la situación, que diría Heine. Pero hay también Estados miembros que juegan sus propias cartas, porque no confían en la fuerza de Europa, por sus intereses particulares o por nacionalismos mal entendidos. Y no se trata sólo de Hungría y Eslovaquia.
Tal es el caso de la España de Junts y Sánchez, que sigue a lo suyo e intenta encubrir con gestos y abrazos su inconsistencia política y su doble juego en el tablero mundial. Somos el Estado de la UE que menos esfuerzo hace en materia de defensa, nos hemos posicionado con Irán en favor de la vía unilateral palestina en el conflicto de Gaza, hemos colaborado con la dictadura de Maduro, somos la brecha de entrada de la tecnología china en Europa occidental, nos beneficiamos del gas ruso, etc., por todo lo cual hemos dejado de ser un socio fiable para la administración americana, que nos ve como un BRICS country en la órbita de China. Esto afectará al volumen del comercio de España con Estados Unidos, que caerá por debajo del que mantiene con China.
Para la administración de la UE y los Estados que lideran su reacción, somos un socio tibio, que sólo subvencionado llegará a comprometerse. Y no somos el único indeciso, por lo que no será posible aunar voluntades en torno a los proyectos comunes que reclama la hora, si no se facilita su financiación con fondos del Banco Europeo de Inversiones y medidas fiscales. Por eso son buena noticia los acuerdos de los veintisiete en materia de defensa, que cimentan la voluntad y la fuerza de Europa ante los retos del presente.
Porque sin esa delicada línea de la libertad política bien trazada, podemos tener sociedades de consumo, incluso satisfechas, pero no lo que desde la Atenas de Pericles denominamos democracia en Occidente.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.