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Las atrocidades que están acompañando el avance del ejército israelí en Gaza y Líbano han conmocionado la escena internacional y generalizando la voluntad de reconocer unilateralmente la existencia de un Estado palestino, como miembro de pleno derecho en la ONU.
Un Estado es un poder ... supremo que responde a las provocaciones con violencia policial o militar. Por eso lo simbolizó Hobbes con la serpiente-demonio Leviatán, descrita en el capítulo 41 del libro de Job: «¿Quién puede despojarle de su coraza? ¿Quién puede acercarse a él y ponerle freno? ¿Quién se atreve a abrir el abismo de sus fauces, coronadas de terribles colmillos?». Precisamente fue esta naturaleza violenta del Estado lo que llevó a los humanitarios del siglo XIX a negar su función civilizadora.
El galicismo 'humanitario' se introdujo en nuestra lengua en 1855, para referirse a esos pensadores y activistas promotores de la humanidad, que se movían entre la utopía y la revolución. Hoy en día designamos con el término 'humanitarismo' a organizaciones e individuos que defienden el valor de la vida humana y sus derechos, y socorren en las emergencias humanitarias. Ante los desastres producidos por Leviatán, esas organizaciones humanitarias son vitales; pero no se debe perder de vista que, desde su perspectiva, no se percibe el papel de los Estados y la diplomacia en la solución de los conflictos.
Tampoco conviene olvidar la historia casi centenaria del conflicto palestino israelí, de rebeliones y guerras, de tratados y pactos fallidos, que hunde sus raíces en la administración británica de unos territorios pertenecientes al antiguo imperio otomano. Consultada la ONU en 1947, propuso resolver el conflicto dividiendo ese territorio en disputa en dos Estados, uno palestino y otro israelí. Pero sólo llegó a constituirse el Estado hebreo que se enfrentó a los Estados árabes vecinos e impuso su dominio y control territorial. Israel confió originalmente la seguridad a su poder militar.
La Conferencia de Paz auspiciada en 1991 por un gobierno de Felipe González, que reunió en Madrid a delegaciones de Israel, la Liga árabe y el Pueblo palestino, representó un hito en el conflicto. El Estado hebreo empezó a apostar por una solución bilateral, negociada con los palestinos, que condujo a los acuerdos de Oslo de 1993. Israel y la OLP se reconocieron y comprometieron a trabajar bilateralmente en la constitución de un Estado palestino. Si bien, fueron pocos los políticos judíos que creyeron en esta posibilidad en los años 90, y el primer gobierno Netanyahu (1996-1999) volvió a la imposición militar.
En la primera década del siglo XXI, los gobiernos israelíes de Ariel Sharon y de Ehud Ólmer contemplaron de nuevo la posibilidad del Estado palestino, pero la vía bilateral palestino-israelí no logró avances. Frustrada en sus legítimas aspiraciones, la autoridad palestina se fue inclinando hacia la vía unilateral, que encontró su punto de no retorno en 2007, cuando la milicia Hamás tomó por las armas el control de Gaza. Desde entonces la estrategia palestina, para conseguir reconocimiento internacional, ha combinado la provocación de Hamás con la ofensiva diplomática de la autoridad palestina.
En 2009 el gobierno Netanyahu sólo contemplaba un Estado palestino sin ejército, con fronteras reducidas y sin capitalidad en Jerusalén. La autoridad palestina intensificó sus esfuerzos diplomáticos, que culminaron en septiembre de 2011 con la solicitud de ingreso en la ONU. El último gobierno Zapatero reconoció entonces el Estado palestino de Mahmoud Abbas, modificando así la posición de España antes partidaria de la vía bilateral. Palestina consiguió en 2012 su reconocimiento como Estado observador no miembro de la ONU.
Desde octubre del año pasado, vivimos de nuevo la estrategia unilateral palestina de provocación terrorista y campaña diplomática en favor del reconocimiento del Estado palestino. La reacción militar del gobierno Netanyahu, decidido a destruir Hamás y Hezbollah, y a disuadir a Irán, ha desbordado el cálculo palestino; pero el desastre humanitario resultante ha inclinado en favor de su causa a la opinión pública mundial. El gobierno Sánchez no sólo ha repetido la posición de Zapatero favorable a la vía unilateral, se comprometió activamente con la campaña diplomática palestina en la escena internacional.
Los pueblos no son responsables de los crímenes, ni de las decisiones insensatas de sus gobernantes, pero suelen padecer sus consecuencias, a veces terribles. La responsabilidad por los crímenes contra la humanidad es del gobierno Netanyahu, Hamás y Hezbollah, y estos dos ya lo están pagando a manos de aquél. Pero nadie entiende ya que no se ponga freno a la violencia desatada por ese gobierno israelí, ni se empiece a depurar responsabilidades.
Sin embargo, el reconocimiento de un Estado no es la expresión de una voluntad humanitaria. Basta repasar requisitos del reconocimiento estatal, como disponer de un territorio definido, o tener capacidad de mantener relaciones con otros Estados, para constatar que no es posible un Estado palestino sin el reconocimiento de Israel. ¿Quién se lo impondría? Más tarde o más temprano habrá que retomar la vía bilateral de solución del conflicto por ser la única viable.
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