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Pocos días después de haberse declarado en rebeldía las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, publicaba el joven Ortega en 'El Imparcial' (11-06-1917) un histórico artículo con el poético título, 'Bajo el arco en ruina'. Eran otros tiempos los que dieron contenido ... a ese artículo, tan pernicioso para 'El Imparcial', como premonitorio de la 'dictablanda' que se empezaba a gestar. Lo que nos interesa aquí es recuperar esa metáfora romántica del 'arco en ruina', que el publicista madrileño adoptó no sin afectación e ironía, y su manera decidida de aproximarse a los acontecimientos con la pregunta práctica, qué cabe hacer.
El 'arco en ruina' simboliza en ese artículo la pérdida de acceso a un pasado, que es por lo mismo algo perdido, al tiempo que expresa la nostalgia por esa inexorable pérdida. El pretérito imperfecto se convierte así en recuerdo nostálgico. Más allá, esa metáfora representa la España de Alfonso XIII, como si fuera un arco mal construido, cuyo equilibrio y sostén dependían sólo de la institución monárquica. Defendió Ortega en aquel junio de 1917 que los españoles estaban bajo el arco en ruina, pues la rebelión militar había estremecido esa piedra clave y el arco periclitaba.
Muy otra es la situación presente, pues nuestra democracia no es un arco mal construido, ni periclita. Ninguna ley es perfecta, pero nuestra Constitución del 78 diseña una democracia parlamentaria moderna, equilibrada y compensada por la división de poderes, un parlamento bicameral, descentralización del poder, multitud de órganos, instituciones, disposiciones, etc., y con suficientes mecanismos de reforma y adaptación… donde la institución monárquica es mero símbolo y representación de la soberanía nacional, que reside en el pueblo español. Kant no dudaría en decir que nuestro sistema político es una república.
Estamos bajo nuestro arco democrático, razonablemente bien diseñado, pero sometido a fuertes presiones desde el poder ejecutivo por el error Sánchez que supera en gravedad a lo imaginado. De los poderes del Estado, sólo el judicial resiste a su control, pero un nuevo gobierno Sánchez, que ha hecho suya la tesis soberanista de la 'judicialización de la política', cercará de manera dolorosa esa resistencia numantina con injerencias judiciales y medidas 'lawfare'.
La lectura de los acuerdos PSOE-Junts ha estremecido el ánimo de multitud de ciudadanos españoles, mientras empiezan a trascender en la opinión pública algunas de las consecuencias de esos acuerdos, denunciados por organizaciones de técnicos de la administración del Estado inmediatamente concernidos. La división es ya manifiesta, como lo es también que el número de promotores y partidarios del error Sánchez es mayor de lo supuesto y predomina en las dos comunidades soberanistas.
Los amigos de los soberanistas deberían hacerles comprender que su actitud es un ejemplo de hermana mayor para el resto de las comunidades autónomas, que lejos de haber manifestado una inusitada simpatía por su noble causa, que es también la del cursi republicanismo vigente, se han puesto en guardia enseguida con el consabido 'a mí más'. Los soberanistas y partidarios de repúblicas ficticias, en este momento glorioso de su triunfo, deberían tener presente el rechazo de que son objeto por parte del resto de las regiones autónomas españolas, pues en esa actitud está la clave de su inmediato porvenir.
También los amigos de los partidarios del error Sánchez, que se ha convertido ya en el error PSOE, deberían advertirles de que el problema no está en aceptarlo sino en borrar su anormalidad. Los pactos con Junts son un rompimiento de nuestro consensus iuris, y ningún gobierno electo puede limpiar la ilegalidad de la que nació. Nada legal puede proceder de un gobierno que lleve semejante mancha, aunque sólo quiera verla una gran mayoría de los gobernados y los partidos de la oposición.
¿Qué urge hacer? A mi juicio, revertir el error PSOE, evitando por todos los medios democráticos la investidura del señor Pedro Sánchez. De lo contrario, con el gobierno Sánchez pronto tendremos el error España. Nuestro arco democrático se verá sometido a presiones que bien pudieran hacerlo colapsar. Quienes puedan y sepan cómo evitar esa investidura, quedan concernidos.
En momentos cruciales como éstos los buenos ciudadanos sólo pueden albergar una idea: obtener el máximo provecho nacional de tal acontecimiento. Tenemos que poner con rigor y veracidad todos los elementos de juicio en la opinión pública. La inevitable confrontación va a poner a prueba nuestras actitudes y maneras democráticas, en ningún caso violentas, que hemos de mantener a toda costa.
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