Germán Castellano, el éxito de la bonhomía
LA TIERRA DORMIDA ·
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LA TIERRA DORMIDA ·
Recibir el homenaje de los ajenos en esta sociedad es un galardón para privilegiados«Solo he hecho una cosa en mi vida: tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí». Germán Castellano Barca, quizás ... sin saberlo, me dio ayer una de las claves de lo que es la bonhomía, o mejor, de cómo conseguir -sin ostentación ni aspavientos- el respeto, el reconocimiento y el afecto de los otros. En una sociedad en la que parecen haber anidado algunos de los siete pecados capitales -como la soberbia, la ira, la avaricia y la envidia-, recibir el homenaje unánime de los ajenos es un galardón destinado a privilegiados. Con la 'escuela' del doctor Arce como insignia, Germán Castellano ha seguido la estela iniciada por algunos de los más conspicuos pediatras de Torrelavega como Alejandro Palacín Poveda, Luis San Román, Jaime Revuelta, Federico Peraita o Ciro Estévanez. Desde 1968 ha dedicado su vida a la Medicina aplicada a niños y adolescentes con esa generosidad que prestigia una profesión no siempre -ahora- bien valorada y respetada. Castellano es un hombre noble, honesto, juicioso, discreto y tremendamente eficaz; sensato consejero de padres agobiados, es valedor de dos generaciones de torrelaveguenses.
Hace tiempo leí la publicidad de una universidad privada mexicana que ofertaba a los jóvenes la posibilidad de hacer la carrera de Medicina. Como aliciente, les explicaban lo que les podían ofrecer para ser un médico de éxito: «Hay varias característica que definen a un buen médico: tener éxito requiere de muchas habilidades y atributos, como la dedicación, el trabajo duro y las habilidades de comunicación». Les faltaba el valor, quizás, más importante: la empatía, la participación afectiva en una realidad que nos es ajena pero que hacemos propia, acercándonos a los sentimientos de otra persona. Esa virtud, en un médico, es un bálsamo tan efectivo como el fármaco más revolucionario. Así ha sido el ejercicio del doctor Castellano Barca.
Este ciudadano, tan cartiego como torrelaveguense, ha escuchado a los adolescentes ayudándolos a esclarecer momentos de sus vidas en los que la confusión y la zozobra, también la desconfianza hacia los adultos, los conduce a las dudas. Pero más. Con su prestigio como médico ha paseado el nombre de Torrelavega, Cantabria y España por algunos de los foros profesionales internacionales más relevantes. El grupo Quercus le nombró ciudadano ilustre y, ahora, su ciudad le dedica una calle, esa prueba grabada en una fachada que atestigua que ha habido una persona cabal y destacada, que ha asociado el nombre de Torrelavega a lo positivo, lo avanzado, lo correcto, algo que no ocurre con otros casos. Su doctorado queda en la memoria y el reconocimiento de muchos torrelaveguenses que han plagado la noticia de la nominación de su calle, en las redes sociales, de elogios y reconocimiento sincero para quien el éxito ha sido, no el brillo de la plata, si no el de la salud de cientos de torrelaveguenses.
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Ana del Castillo
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