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La inflación alta es muy anterior a la guerra de Ucrania. En Cantabria el IPC interanual sobrepasó en junio de 2021 el 3% y terminó en diciembre con un 6,8%. Las causas fundamentales de esta escalada semestral se concentraban al principio en combustibles, electricidad ... y transportes, con subidas bastante intensas; al final del año, estos productos eran todavía más caros, y ya se empezaba a transmitir la onda inflacionaria a los alimentos y bebidas. Naturalmente, las consecuencias del ataque de Rusia a Ucrania agravaron este panorama: el IPC cántabro ha saltado al entorno del 10% interanual, arrastrado por los citados conceptos y por un efecto inflacionario en restaurantes, hoteles, ocio y cultura, posiblemente por el retorno a una cierta normalidad post-covid en la sociabilidad. En menor medida, otros sectores han experimentado también subidas de precios. Prácticamente ninguna renta ha logrado sobreponerse en Cantabria al ritmo de deterioro del poder de compra. De hecho, incluso las obras y servicios públicos están viendo sus expedientes comprometidos por el encarecimiento de los costes de producción.
Hay, pues, una doble secuencia en la inflación del último. La primera etapa obedecía a la fortaleza de la demanda en la salida de la pandemia, demanda que la oferta no podía casar rápidamente por diversos problemas productivos y logísticos. La segunda, a los efectos de la invasión rusa de Ucrania sobre energía, materias primas, alimentos. Esta evolución de los precios no perjudica solo al consumidor final, sino también a las empresas. Cantabria vive el final del verano con un significativo parón de varias industrias de referencia, como Ferroatlántica, GSW o Forging & Castings. Ni siquiera en lo peor de la pandemia había sucedido.
Cuando se planteó el presupuesto de Cantabria para 2022, su cuadragésimo año autonómico, ya advertimos aquí que un gasto por debajo del crecimiento de los precios suponía un recorte presupuestario en términos reales. Según los datos oficiales del pasado lunes, a 30 de junio la autonomía había gastado 1.439 millones de euros, lo que supone un 7,3% más que en la misma fecha del ejercicio anterior. Sin embargo, como la inflación ha sido del 10%, tan solo para mantener igual el nivel de gasto público el Gobierno regional debería haber gastado 1.475 millones, es decir, 36 millones más de los que ha empleado realmente en la primera mitad del año. Y esto, repito, solo para 'empatar' en gasto real. Si se quería crecer en gasto, se hubiese tenido que caminar por la línea de los 1.500 millones. Así pues, el nivel actual de intervención en la economía mediante el gasto público regional es menor que el de 2021. Supone una efectiva reducción de demanda agregada por su parte.
Los datos de finales de julio no alteran mucho este cuadro. El presupuesto autorizado definitivo (lo que el Gobierno se puede gastar) es ahora casi un 8% mayor que el del año pasado. Lo gastado efectivamente, sin embargo, ha sido un -2,4% más bajo que entonces. Dicho de otro modo, se deberían haber empleado, para ir al ritmo de la inflación, 1.900 millones de euros, pero solo se han empleado menos de 1.700. Faltan 200 millones, casi punto y medio del PIB cántabro.
Esta situación, unida al problema industrial, a la mentalidad retraída del consumidor y al impacto indudable que tendrán las subidas de tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (sobre las que también avisamos aquí hace meses), pueden generar un clima de recesión, si no en otoño, posiblemente sí en invierno. Es decir, el PIB puede retroceder y el desempleo crecer. Cantabria posee algunos amortiguadores estructurales, en los hogares cuyos ingresos son públicos (de todas las administraciones y entidades, más los pensionistas, jubilados y «ayudados» de todas las categorías) o semipúblicos (empleados privados de servicios que están concertados de manera estable con la administración, como en educación, sanidad, servicios sociales, limpieza, transporte...). Sin embargo, ya sabemos que estas almohadillas resultan insuficientes para zafarse de los choques macroeconómicos.
El problema es que cada episodio crítico nos deja en peor estado. De nuevo los proyectos importantes se pueden demorar (o cancelar), si lo que se impone es encarecimiento de deuda pública y privada, o una recesión en la que se ingresa menos por tributos. Cantabria es como un atleta al que le cuesta mucho ponerse en forma para que le dejen salir al estadio a competir y que, cuando por fin ya logró permiso, se encuentra con que el mal tiempo obliga a suspender la competición. Nunca se sincroniza la gestión con la situación. La responsabilidad es tanto exterior como interior.
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