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El pasado jueves, un musical lleno de fantasmas comenzó su espectral y estroboscópica andadura en la sala Argenta del Palacio de Festivales. Se trataba de recrear la historia de amor entre Molly Jensen y Sam Wheat, escultora y ejecutivo bancario en el Nueva York ... de 1990, recogida en la película 'Ghost'. Producción española bajo supervisión norteamericana, algo que se nota en demasiados detalles que parecían de otros tiempos. Sala llena, ambientación previa con sirenas de policía, humo y una voz desde lo alto que anunció lo que se esperaba: «Estimado público. Les comunicamos que en la función de hoy el personaje de Sam será interpretado por Bustamante». Aplausos atronadores. Parecía que iba a ser la noche del cantante ante un público entregado solo por oír su nombre. A la atracción del recuerdo del exitoso filme -con Demi Moore, Patrick Swayze y Woopi Goldberg como protagonistas-, se unía el tirón del barquereño. Acierto comercial. Nostalgia productiva.
El espectáculo empezó con música, una obertura a todo volumen que no dejaba tímpano tranquilo, sobre un escenario que quería ser un apartamento de Broadway, vivienda nueva de Molly (Ana Dachs) que junto a Sam (David Bustamante) colocaban sofá naranja, frigorífico rojo y otros elementos de un atrezo vintage. Diálogos apresurados y primera interpretación de la emblemática canción 'Unchained Melody' («Woah, my love, my darling...») en acústico, Sam-Bustamante guitarra en ristre y en inglés; duró poco. Primera parte con doce canciones y segunda con nueve en un continuo y vertiginoso cambio de escenarios: oficinas, callejón, hospital, casas, metro... Una escenografía polivalente que permite avanzar la acción sin descansos y guarda momentos de magia pura con efectos especiales llamativos (desdoblamiento de personajes, objetos que se mueven, sombras demoníacas, destellos, estroboscopias).
La fidelidad a la historia original es grande, con momentos no logrados (escena del torno) y cambios mortuorios. Las interpretaciones pesan para hacer creíbles amores y venganzas, imponiéndose las figuras femeninas y unos encantadores fantasmas. Joaquín Oliván (fantasma del hospital) logra grandes sonrisas, Pedro Martel (fantasma del metro) borda su rabia contenida y, lo mejor de la noche, Ela Ruiz (la médium Oda Mae) hace olvidar con su gracejo natural y comicidad a Woopi Goldberg. La pareja protagonista -Ana Dachs y Bustamante- resulta desigual, naturalidad frente a visibles esfuerzos interpretativos y respiratorios.
Un musical que maneja emociones con actores que se defienden cantando y cantantes que se defienden actuando. Canciones que no se escuchan por el elevado sonido de los invisibles músicos y cierto griterío vocal. Derroche lumínico y escenográfico estudiado que da agilidad a la trama. Fantasmas, bien en lo suyo. Bustamante bien, en lo suyo. 'Time can do so much'.
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