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Bien parece -respondió Don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ... ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer».
Y bien parece que, según nuestra mente se comporte como la del pragmático escudero o la del soñador caballero, nos podríamos enfrentar de muy distinta forma al polémico asunto de la llegada de plantas eólicas a nuestros valles pasiegos. ¿Molinos o gigantes? En la mente realista y pragmática de Sancho son molinos donde en la mente quijotesca del de la Mancha hay gigantes.
La cuestión apela a nuestro lado más batallador, y la batalla ya se está dando en los pueblos de los valles, pero es cierto que merece también la calma de la que carece el hidalgo; porque si bien es cierto que en algún sitio y de algún modo tendremos que poner a disposición espacios y medios para crear la energía de la que tanto dependemos, también lo es que de ninguna manera podemos hacerlo a cualquier coste y en cualquier lugar.
Cantabria inició hace un tiempo un camino sin retorno para defender la singularidad y la conservación de sus valles pasiegos y en la salvaguarda de un paisaje natural está también la de un modo de vida y de un sustento económico. La cabaña sigue siendo parte importante de la economía de los valles pasiegos, pero nadie puede negar que el turismo rural es hoy, con sus peros, o con mis peros, sustento y futuro. Pero tendrá que ser sostenible. ¿Es sostenible un paisaje de molinos si destroza el modo de vida de los lugareños? La respuesta es sencilla: no. No lo es. Plantar molinos en unos espacios que son singulares por su belleza y que luchan por conservar sus tradiciones y por ser declarados Reserva de la biosfera no solo no resulta ideal desde los planos económico y estético, sino que es además una estrategia muy poco acertada en lo humano.
Repito que no se trata de oponerse al necesario debate energético, pero sí de denunciar lo que es una decisión política y económica incongruente. Y de los políticos que tantísimo defienden nuestras singularidades como la pesca de la anchoa o nuestras romerías, esperamos que sepan defender nuestros valles y nuestros prados con sentido común y responsabilidad.
Traeré aquí un ejemplo que ilustra las incongruencias y la aparente falta de sentido común a que nos somete la norma, como ocurre en este caso, un ejemplo que se refiera a varios casos que conozco de primera mano. Hoy, la norma que protege a las cabañas pasiegas por su singularidad y por su escasez impide o complica mucho a sus dueños ampliar el hueco de una ventana. Pero esa norma quizás no valore que una ventana pequeña que antaño tenía una función: proteger del frío, hoy se abre para aprovechar la energía más natural y menos costosa que puede haber: la de la luz del sol. A más luz natural, menos consumo de luz eléctrica. No hay duda sobre esto. Sin embargo, donde una norma prohíbe ampliar un ventana, otra pretende permitir que junto a esas cabañas protegidas como bien cultural se instale una hilera de molinos cuya altura, la de cada molino, dobla la de la Estatua de la Libertad.
Así que bien pensado, y antes semejante irracionalidad, prefiero liarme a lanzadas contra esos molinos, y aún a riesgo de que llamen loca como lo estaba nuestro Don Quijote, sólo puedo exclamar bien alto «¡Que son gigantes, Sancho!». Y hasta para el más pragmático de los Sanchos, esos molinos deberían ser gigantes detestables cuando empiecen a llegar a los apacibles valles pasiegos en inmensas grúas cargando toneladas de hierro que, con el consiguiente desmonte, vendrán a destrozar las carreteras, los caminos, las parcelarias, los prados y las cabañas. Si esto es sentido común que me aspen, pero que no sean las aspas de esos molinos que sólo traerán «fiera y desigual batalla», porque ante la cabaña o el molino, sin duda y confío en que somos más los que, aún sin estar cursados en estas aventuras, nos pondremos del lado de la cabaña.
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