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Dos grandes corrientes de pensamiento político han pugnado, durante más de un siglo, por imponer su modelo de sociedad. Un enfrentamiento entre una derecha sustentada por una doctrina liberal, que coloca a la persona en el centro y que sublima los valores del esfuerzo, la ... tenacidad y la inteligencia, y una izquierda, asentada en la tesis marxista, que propugna lo colectivo como el valor a proteger frente al individualismo y que tiene su eje en la igualdad. Y en ambas vertientes aparecieron, y aun se mantienen, regímenes dictatoriales que despojan a las personas de su libre albedrío, para sumarles en la aceptación de unos planteamientos uniformes.
Las naciones europeas supieron encontrar un punto de equilibrio entre el capitalismo salvaje y el totalitarismo comunista. Y así surgió la socialdemocracia, una doctrina que está definida en su propio nombre: un sistema democrático de libertades individuales, en el que la iniciativa personal alcanza la plenitud y que, mediante una serie de mecanismos corrige los excesos de un capitalismo extremo. Así el estado de bienestar es la fórmula para que exista la libertad y la propiedad privada, sin por ello desatendidos a aquellos ciudadanos que, por diferentes razones, no han logrado alcanzar una vida autosuficiente.
En España se ha producido un proceso poco acorde con la lógica, mediante el cual se ha transformado el eje derecha/izquierda para ser sustituido por otro, en el cual la derecha sigue en sus planteamientos y la izquierda ha sido fagocitada por el independentismo y el tribalismo. Con ello la cuestión del debate, en el seno de la izquierda, no se apoya en la igualdad o en la libertad, sino que ha pasado a ser la creación de varias nuevas pequeñas naciones, patrias nacidas al calor del privilegio, la diferencia y lo particular.
Revisar el mapa político español evidencia esta metamorfosis. En el País Vasco la derecha clásica, agrupada bajo el PNV, apoya al socialismo y busca aliados en grupos mucho más a la izquierda como Bildu. Sus diputados en el parlamento español se alían con la izquierda, porque el independentismo es ahora el banderín de enganche, por encima de la base ideológica conservadora del PNV.
En Cataluña el proceso es similar: la izquierda clásica, el PSOE y el viejo PCE, ha acentuado hasta la exageración su posición independentista y partidos que han mantenido siempre posiciones liberal/conservadoras, ahora se abrazan a la izquierda porque han situado sus pujos independentistas por encima de todo lo demás.
En el resto de España el proceso lleva el mismo camino: En Galicia la derecha asume que el idioma gallego sea lengua vehicular, primer paso para derivar en la formación de nuevas generaciones independentistas. En otras comunidades como Navarra, Valencia y Baleares el crecimiento de movimientos secesionistas amparados siempre por las formaciones de izquierda es imparable. En la formación de gobiernos autonómicos siempre la izquierda está en línea concordante con los que se creen diferentes, por no decir superiores. Los que abogan por proseguir en solitario la carrera hacia su futuro.
De esta forma, no es posible en España orientarse con el viejo plano de derechas/izquierdas, sino que hay que asumir que quienes fueron los defensores de la igualdad, de la eliminación de fronteras, los internacionalistas, son ahora defensores fervorosos de la diferencia y de trazar nuevas líneas fronterizas en los mapas. La diferencia se ha mudado a otra casilla: los que quieren que España siga siendo una nación única y los que buscan un nuevo modelo en el que cada región funcione a su aire, porque creen que de esa forma su riqueza no se dispersará en otras poblaciones.
Esta tendencia ha sido alimentada durante lustros tanto por el PP como por el PSOE, al buscar alianzas para llegar al gobierno con los apoyos separatistas. Ahora mismo, la transformación avanza imparable en Asturias y Aragón. Es más, el ejemplo de que las formaciones que no aceptan España como nación obtienen pingues beneficios abona las tesis independentistas.
Con este giro copernicano, llevado a cabo por la izquierda, que ha contagiado a algunos líderes de la derecha, el secesionismo se presenta como el gran problema de España, un país que pierde sus energías en luchas estériles por un puñado de privilegios. El camino hacia el regreso al esquema que mueve el mundo, se antoja complicado en nuestra patria. La solución pasa por un acuerdo entre el gran partido de centro izquierda, el PSOE y el PP, como representante mayoritario del centro derecha. Un consenso sobre no disgregar la nación en pequeñas taifas y en buscar un anclaje más firme dentro de Europa.
La construcción europea, una cuestión esencial en un mundo en el que emergen grandes potencias como China, India y Rusia y con África en un proceso de transformación, pasa precisamente por la corriente contraria a la escogida por España: integración en unos estados unidos de Europa, frente a la dispersión y las diferencias entre territorios. La llave del futuro de España está hoy en manos de la izquierda, en que se muestre fiel a sus principios de igualdad, internacionalismo y supresión de privilegios.
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