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Uno quisiera estar inspirado para hablar de ciertas cosas y convencer. Cualquier disculpa es válida para combatir la sinrazón de algunas leyes, en especial las del aborto y la eutanasia sobre las que se ha querido construir un relato ideológico o de defensa de la ... capacidad de decidir de la mujer cuando no lo es.
Mientras tanto, ciento veinte mil inocentes, que tanto necesitaría esta vieja España, sucumben en clínicas de muerte todos los años que funcionan como si nada en nuestras calles y aceptamos que se legisle para su protección y cuidado.
Permitimos adocenados que el negocio se realice con nuestro dinero mientras reciben algunas clientas que las visitan hasta siete veces en siete años y en siete ocasiones atendemos su pago puntual y el 'no vaya a ser que' tengan que desplazarse con gastos pagados a otra provincia ante el derecho inalienable del médico a la objeción de conciencia.
Cuando un país o una persona se encuentra en estado adormecido en la mecedora de lo cómodo y además silente... mala cosa.
En EE UU, por poner un ejemplo, sobre la ley del aborto: la mujer en aquellos Estados donde se autoriza su práctica se lo paga de su bolsillo... comenzando ya con más lógica su derecho a decidir. Tendrá que dilucidar antes de nada si se lo paga o no, lo que no está tan mal para empezar.
Si no se conocen avances a la sinrazón de una ley todavía más dura como se presume la nuestra, con el aborto legal y universal sin conocimiento paterno desde los 16 años, pediríamos al menos que el aborto deje de estar financiado por el Estado y, a partir de ahí, se discutan las cosas y hablemos sin el antifaz de la subvención como afiliados de nuestras propias convicciones y de nuestra pequeña lucha perdida de la gran pregunta sin respuesta: ¿cómo es posible?
En un Gobierno con mayoría de mujeres, todas pensantes y sin demasiada unión, cualquier cosa es posible en el abordaje sin gluten y sin lactosa de la intolerancia pensando tan sólo en cuál es el método mejor para favorecer intereses electorales. Algo lícito, desde luego, pero es argumento que jamás debería de estar presente cuando se discuten preceptos morales.
«No hay delitos que sobrepasen el perdón», decía Nick Nolte en 'El príncipe de las Mareas', que es la primera demanda de un cristiano que algunos estamos obligados a cumplir, aunque ¡no matarás! sea sin duda el mandamiento más imperativo de la Ley de Dios. Pero la aceptación del perdón y su ejercicio no debe de tener límites tal y como nos enseña el Evangelio.
Pero nada impide la militancia pro-vida siendo el aborto un tema que preocupa en todas las naciones, en todos los niveles, en todos los pueblos, en todos los colectivos... si exceptuamos a nuestro Tribunal Constitucional, que sigue en la siesta de lo cómodo desde hace doce años. No habría que renovarlo que es demanda conocida, habría que sancionarlo o exigirle responsabilidades que nadie parece reclamar.
Existe alrededor del aborto en la sociedad mucho dolor, algo de egoísmo y algunas lágrimas de cocodrilo.
Todo comenzó en nuestra inquietud haciendo 'zaping' para eludir algunos canales: entendimos que se trataba de un programa que abordaba con acierto la figura respetada del rey Balduino de Bélgica y de su esposa, la española Fabiola de Mora y Aragón, referentes en la pasión antiabortista de los cristianos. El rey Balduino antepuso sus valores religiosos y el dictado de su conciencia para no refrendar con su firma la ley sobre el aborto belga, un ejemplo para los católicos.
Todavía se recuerda en nuestro país aquella imagen en blanco y negro de su boda tan del 'Hola'. Es que se tiene que notar mi pasión por ellos. Les conocí personalmente en Motril donde tuve ocasión de saludarles casi a diario en su paseo vespertino por la playa frente a Salobreña, ese pueblo-postal de la costa granadina al ocaso de la tarde, en romántico paseo cogidos de la mano, que se repetía un año tras otro en Semana Santa y en verano. Siempre la misma estampa en aquel inolvidable lugar de mi descanso que todavía recuerdo emocionado. Disculpen esta intrusión personal derivada de mi admiración por la pareja ante el recuerdo de algún saludo sonriente y respetuoso de aquella época.
«No estaba muerto, estaba de parranda», cantaba Peret. Algo así podríamos reclamar a las voces de nuestra conciencia dormida y que mi imaginación se convierta en ama de casa del ingenio y sirva para despertar alguna voz y ayude a que el aborto desaparezca de nuestras leyes que tienen la obligación de proteger la maternidad.
PD/ Confío en que se haya entendido que no se trata, la mía, de la voz de un carca. Amén.
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