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Poco importa que la ley electoral fije oficialmente el 12 de mayo como arranque de la campaña. El salseo ya empezó hace semanas, y ha ... sido este pasado fin de semana cuando la agenda política en redes sociales ha dado el verdadero pistoletazo de salida. La fecha de la campaña la decide TikTok, no la Junta Electoral Central. Y por lo visto en los últimos días, nos esperan dos meses de bailes, mensajes de brocha gorda, hastag #Amímegustalapiña, videoclips musicales para alegrar una rueda de prensa infumable, titulares a ritmo de Rosalía y filtros para blanquear candidatos grises.
Lo malo no es el formato –esto no es una apolillada defensa de los medios tradicionales frente a los nuevos–, sino el uso que se hace de él, acentuando los vicios y defectos en lugar de explotarlo como una herramienta de comunicación distinta. La política del TikTok moviliza emociones y vínculos, no ideas. Es entretenimiento político. No le pongamos otro nombre.
Pablo Zuloaga, con 265 seguidores en TikTok, es uno de los más activos. En los últimos días le hemos visto dando clases de jota montañesa a ritmo de 'Miércoles Addams', haciéndose un selfie con Angels Barceló y jugando a los bolos al «estilo Almeida», como él mismo confesó al golpear al fotógrafo con uno de ellos.
A la derecha también le gusta tener su propia 'televisión' en redes para contar lo que los periodistas vendidos, manipuladores y censores no publicamos, como la interesante mudanza de Vox a su nueva sede en Santander. O la quedada para ir a ver a Cayetano pasear el capote en Pesaguero.
Pero en redes también hay sitio para los vídeos de terror, como los que subió el PP tras su acto para captar el voto hispano en Madrid. La propia Ayuso quedó relegada a un segundo plano por la predicadora evangelista Yadira Maestre, que pidió la bendición para el alcalde de Madrid y un 'aleluya' por la presidenta madrileña. Y demostró estar muy al tanto de la actualidad del PP cuando reclamó «amor en el corazón de este partido». El vídeo, claro, lo borraron en menos de un día.
Y luego están los que salen incluso cuando no quieren salir. Como le ocurrió a Miguel Ángel Revilla con su montañesa 'Adiós, pueblo de Carmona' en Valdecilla. Cualquier oportunidad es buena para clavar el colmillo e inyectarse un poco de protagonismo, aunque sea sacando los pies del tiesto, como Rosa Díez exigiendo la dimisión del presidente de Cantabria. Quizás le faltó pedirlo mientras bailaba.
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Ana del Castillo
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