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La mejor solución siempre suele ser la más sencilla y, en este caso, también es la más improbable. Todos los problemas inmediatos de la política ... española se solucionarían con un pacto de Estado entre PP y PSOE. Inmediatos, digo, porque luego habría que hablar de la gobernabilidad del día a día, pero cuando llegase ese puente ya veríamos cómo cruzarlo. Esta fórmula, a medio camino entre la utopía y la ingenuidad, provoca una media sonrisa enternecedora entre los que ya están de vuelta de todo en la política. Evidentemente, suena a ciencia ficción visto el embrutecimiento intelectual del Congreso, pero no por ello deja de ser la opción con más sentido común para que volvamos a tener un Gobierno razonablemente estable.
Esta propuesta ni es nueva ni es tan descabellada. España ya no es solo bipartidista, pero quiere seguir siéndolo. Los dos únicos partidos nacionales que crecieron en las últimas elecciones generales fueron PP y PSOE. Entre los dos suman el 65% de los votos y, por tanto, una mayoría holgadísima en el Congreso sin necesidad de concesiones ni escorzos legales para gobernar. De hecho, una encuesta publicada por la Fundación BBVA muestra que un 58% de los españoles pide un 'pacto de Estado' PP-PSOE, pese a que un 84% lo ve improbable. Incluso, algunos veteranos en otras guerras políticas, como Nicolás Redondo, han abogado por esta solución. Y, reconozcámoslo, los dos partidos se parecen mucho más de lo que les gusta reconocer.
Es cierto que el PP ofreció el pasado verano este acuerdo al PSOE, pero la propuesta estaba tan viciada y a la desesperada que parecía más una estrategia para dejar en evidencia a Pedro Sánchez y al PSOE que una alternativa sincera.
En un artículo publicado esta misma semana, Juan Luis Cebrián, insólitamente feroz contra el PSOE, tranquilizaba a Pedro Sánchez por el legado que dejará tras este episodio: «No debe preocuparse más por su lugar en la historia: con toda probabilidad acabará metido en la chatarra». Se queda corto Cebrián. Por lo visto en el Congreso y en las calles, ninguno de los protagonistas de este sainete se salvará de acompañar a Sánchez en ese rincón de los libros de historia.
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