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Aquella noche del 16 de julio de 2017 en la que Pablo Zuloaga desalojó a Eva Díaz Tezanos del PSOE, un grupo de seguidores del nuevo líder socialista se arremolinó en la entrada de la sede de Santander, entonces en la calle Bonifaz. Pablo llegó ... acompañado, entre otros, por Pedro Casares, su rival ahora por el mando del partido. Pablo y Pedro. 'Los Picapiedra' los llamaban entonces. Uno de aquellos que jaleaba en la puerta el nuevo orden socialista pronunció, quizás sin ser consciente de ello, una frase para la historia: «Por primera vez se rompe la línea de sucesión que se inició con Jaime Blanco, siguió con Lola Gorostiaga y termina con Eva Díaz Tezanos. Es la caída de una dinastía». Ocho años después, esa misma dinastía vuelve para cobrarse la deuda.
Decía William James, uno de los padres de la psicología, que si no tienes una cualidad, actúes como si la tuvieras. Es decir, copia y repite hasta hacerla tuya, hasta incorporarla como algo intrínseco de tu discurso o de tu personalidad. Es llamativa la obsesión que existe en la política cántabra por malinterpretar, y aún así seguir a pies juntillas, esta línea de pensamiento. Pasan los años y cambian las caras, pero cada vez que se abre un proceso de elecciones interno, los aspirantes emulan una y otra vez los errores del pasado, como si la imitación de los conflictos aportase un dudoso carácter heroico a su candidatura. Lo peor es que, muchas veces, esa repetición no está buscada, como reclama William James, sino que solo se trata de un reflejo involuntario, un automatismo adquirido después de demasiados años esquivando los cuchillos que vuelan a su alrededor.
La batalla entre Pablo Zuloaga y Pedro Casares por el PSOE cántabro, por muchos tintes épicos que se le quieran dar, solo es la hija pequeña de todas aquellas peleas del pasado entre la línea de sucesión dinástica del PSOE y los 'outsiders' de turno, como Blanca Rosa Gómez Morante, Francisco Mañanes o Judith Pérez. Pero entonces, como ahora, hasta los rupturistas tenían un marcado carácter oficialista. Es ridículo llamar a Casares sector crítico cuando a Sanchismo no le gana nadie, incluso cuando Pedro Sánchez no era todavía Pedro Sánchez.
Ambos candidatos intentan, de momento, competir en una carrera de guante blanco difícil de sostener. Las medias verdades, las campañas de descrédito a través de terceros y la manipulación de datos son tan viejos como la rosa del puño socialista. Por eso ya se están repitiendo ahora. Porque la virtud, como decía William James, está en la imitación.
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