Secciones
Servicios
Destacamos
Por tercera vez en lo que llevamos de legislatura, María José Sáenz de Buruaga se ha fotografiado dándose la mano con Miguel Ángel Revilla. ... Y la presidenta sabe que cada una de esas ocasiones tiene un coste político para ella dentro de su partido. De momento, ha primado la gobernabilidad de Cantabria –su investidura y dos presupuestos– sobre las incomodidades internas, pero todo tiene un límite y se llama Congreso Regional de 2026. Buruaga es consciente de que una generación entera de dirigentes y militantes del PP, los mayores de 50 años, tuerce el gesto y suelta un exabrupto cada vez que su Gobierno pacta con Revilla, al que ella misma señaló en campaña electoral como un clon de Pedro Sánchez. Pero el odio al dirigente regionalista en las filas del PP cántabro es mucho más viejo que eso y, por tanto, más enquistado en la memoria de los históricos del partido.
Todo comenzó en los primeros años de este siglo, con un bipartito PP-PRC con José Joaquín Martínez Sieso al frente y con Revilla como vicepresidente. Fue en la segunda legislatura de esa coalición cuando José Luis Gil, entonces consejero de Medio Ambiente, elaboró un Plan de Ordenación del Litoral (POL) muy agresivo con los intereses urbanísticos de los ayuntamientos costeros, lo que provocó una airada reacción de los alcaldes del PP contra su propio Gobierno.
Gonzalo Piñeiro, entonces presidente del PP, vio las orejas al lobo y un posible cuestionamiento de su cargo, así que enfrentó al partido con Gil. En ese momento, Revilla olió la sangre y, pese a ser socio en coalición del PP, votó en contra del POL en el Parlamento y la ley no se llegó a aprobar, aunque años después el propio líder del PRC la recuperaría de forma mucho más liviana y menos rigurosa.
Este comportamiento de Revilla fue considerado alta traición en la cúpula popular. Un sentimiento que se agudizó en la debacle electoral de 2003, cuando muchos alcaldes costeros del PP se pasaron a las filas de un PRC más amable con ellos. Los populares perdieron el poder de la Caja de Ahorros, de los ayuntamientos y de Peña Herbosa. Un golpe del que no se recuperarían hasta ocho años después con Ignacio Diego, quien simbolizó mejor que nadie el rechazo visceral a Revilla que existe, todavía hoy, en el sector más veterano del PP.
Quizás hayamos estado ante la última fotografía de Buruaga y Revilla dándose la mano. Los tiempos en política pueden ser muy previsibles: si Buruaga prorrogase las cuentas en 2026 y escenificase cierta ruptura con el PRC, podría llegar al Congreso Regional de su partido y a las elecciones marcando las distancias con Revilla.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.