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Los periodistas sabemos de sobra qué nombres de nuestras agendas suelen hablar de casi cualquier tema y a quiénes no merece la pena llamar porque, salvo excepciones, no valoran ni comentan ninguna información. El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC), José Luis ... López del Moral, estaba en el segundo grupo. Lejos de ser una crítica, siempre he entendido que la discreción por razón de su cargo o de su propia personalidad le han llevado a no aparecer demasiado en la prensa, excepto alguna entrevista ocasional. Por eso, sorprenden tanto sus críticas de esta semana contra lo que él considera «injerencias» del Gobierno de la Nación, y los políticos en general, a la labor de los jueces. «Es difícil mantener la percepción de independencia judicial con la situación que se vive en España», reconoció López del Moral, al que se le vio especialmente dolido con que se haya puesto en cuestión la labor de sus compañeros –«no debemos estar sometidos a la descalificación»– y la imagen que la ciudadanía tiene de ellos.
Está claro que en pleno año 2024 ya no hay profesión libre del escrutinio público. Ni los médicos, ni los fontaneros, ni los policías. Tampoco los jueces, aunque en otras épocas sí gozasen de cierta inmunidad de la opinión pública. Y eso no es necesariamente malo. Más bien al contrario. De hecho, el propio presidente del TSJC reprocha a los periodistas ser parte del problema al poner el foco en el nombre y apellidos de un juez que lleva un caso y no en el fondo del caso.
Estas declaraciones de López del Moral son aún más llamativas cuando él mismo está reclamando una independencia frente a los poderes Legislativo y Ejecutivo. No sé dónde quedó esa independencia en noviembre del año pasado, cuando los jueces vestidos con toga se concentraron en la calle, frente a juzgados y tribunales, contra el pacto de gobierno entre PSOE y Junts y la Ley de Amnistía. O en septiembre de 2012, cuando los magistrados-jueces de Santander se manifestaron contra «el desprecio» del Gobierno de España.
La independencia debería ser un carril de doble sentido, y según los principios que rigen la organización del Poder Judicial, los jueces deben serlo –además de «inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de ley»– de forma intrínseca, por sí mismos, al margen de condicionantes externos. Y, sinceramente, hablar de independencia judicial cuando los puestos en el CGPJ los reparten los partidos políticos suena a cuento para niños.
Tampoco parece demasiado independiente señalar siempre a los políticos del mismo lado, aunque la verdad es que ha sido muy complicado para los gobiernos del PSOE acertar con las políticas en materia judicial. Es más que evidente un pensamiento conservador enraizado en la carrera judicial que ha impedido desarrollar ideas progresistas que, por otro lado, sí se han completado con éxito en otros ambientes históricamente complicados para los socialistas, como el militar.
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