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Cada partido tiene sus propios rituales para hacer las candidaturas electorales. Hay algunos líderes más autoritarios que otros para elegir los nombres, pero todos se reservan, en mayor o menor medida, poder y autonomía para decidir a su equipo. Ellos tienen la última palabra para ... quitar y poner, para subir y bajar, para pagar lealtades y castigar tibiezas detectadas durante la legislatura, para revolucionar la lista con un fichaje independiente o para, simplemente, dejarse aconsejar para que un alcalde dé el salto a la política autonómica.
Las alternativas para sorprender en la candidatura son muchas, pero en Cantabria, región acomodada y poco amiga de experimentos –todavía se recuerdan las quejas por el Centro Botín, la reforma de Gamazo, el Palacio de Festivales, el Parque de Cabárceno...–, las listas de los partidos las monopolizan los sospechosos habituales. Los de siempre. Los suyos. Los de casa. Los políticos, muchos ellos de carrera, que acumulan puñados de legislaturas a sus espaldas y que convierten cada campaña electoral en Cantabria en un 'deja vu' costumbrista.
Uno de los más inmovilistas en sus listas es el PRC. Miguel Ángel Revilla se jacta de no tomar muchas decisiones en su partido, de tener un equipo en el que delega el día a día, incluso en campaña. Pero sí se reserva, dice, la elección de los primeros nombres de la lista autonómica. Seguramente sean más, y también dará el visto bueno a un puñado de alcaldes, pero si algo caracteriza al PRC es la insistencia en contar casi con las mismas personas legislatura tras legislatura en los puestos destacados, a no ser que exista una causa de fuerza mayor. Basta con comparar la candidatura de este año con la de 2019, en la que los pocos cambios se usan para recuperar a figuras históricas del partido que no pudieron entrar en las listas hace cuatro años por motivos varios. En el PP tampoco hacen apología de la reforma. Tras la ruptura del partido en 2017, María José Sáenz de Buruaga no puede contar con una generación de dirigentes históricos que estuvieron al otro lado de las barricadas. Los de su equipo, los fieles, se mantienen cuatro años después y, esta vez, sin experimentos fallidos como el de Vidal de la Peña. En el PSOE poca historia nueva también. Repiten los que ya están porque, claro, es lo que tienen las escisiones internas, que te obligan a dejar fuera de la convocatoria a la mitad de la plantilla.
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