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Comenzó en Cantabria el curso escolar, y lo hizo con energías renovadas. No solo energías, porque, a diferencia de otros años, durante estos últimos meses hemos oído hablar desde la Consejería de Educación de planes, políticas, apuestas e incluso evidencias científicas para apoyar la labor ... docente de cada centro, lo cual es de agradecer.
Tal y cómo ha afirmado el consejero, Sergio Silva, la salud del sistema educativo cántabro no es mala. Tenemos la tercera tasa de abandono escolar más baja del país, la nota media y el porcentaje de aprobados en la EBAU es más que aceptable y los resultados en el índice SoCiEducación, I-SOCE –que mide el promedio de los indicadores de inversión, gasto y resultados educativos– sólo son mejores en País Vasco. Así que es cierto. En educación vamos mejor que en otras cosas. Si, además, resulta que el presupuesto educativo para el año 2023 fue de 623 millones de euros, es decir, el más alto de la historia, es de suponer que, este año, nuestro sistema educativo podrá mejorar. Y esta es la gran pregunta. ¿En qué y cómo?
Se ha hablado durante este verano de deberes y de horarios. Si lo hacemos ateniéndonos a las evidencias científicas, las conclusiones a extraer son claras. El horario escolar es mejor cuando tiene menos horas diarias, más jornadas lectivas y con más descansos. Además, mejora el aprendizaje, sobre todo el de los adolescentes, si entran más tarde a clase. Por su parte, respecto a los deberes, deben ser pocos, claros y personalizados para que generen algún beneficio académico y reduzcan su impacto social negativo.
Lo curioso es que, siendo conocidas, estas evidencias son poco aceptadas y aplicadas, pues chocan con otras realidades e intereses escolares.
Exactamente lo mismo ocurre con la repetición, que es cara, resulta poco efectiva y tiene consecuencias personales y sociales negativas para los alumnos, pero sigue siendo una medida demasiado común en los centros educativos de la región.
Sin duda, el sesgo e ilusión compartido estos meses anima a que podamos disfrutar en la región de las mejoras que acarrearía el tomar decisiones escolares basadas en las evidencias científicas, las cuales, por cierto, las aplican algunos centros en Cantabria que educan ya eficazmente sin deberes y sin exámenes, por ejemplo.
Mejorar en educación seguramente implique también adoptar medidas específicas que protejan y amparen al casi 20% de la población infantil de nuestra comunidad autónoma que vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Si bien la tasa es de las más bajas de España, es aberrante que la media nacional sea la más alta de Europa tras Rumania, Bulgaria y Grecia. Cambiar esta realidad implica reconocer que solo con su esfuerzo será imposible que estos niños y niñas esquiven la pobreza.
A veces, las evidencias científicas coinciden con el refranero, que nos dice con frecuencia que «a perro flaco todo son pulgas». En este sentido, en Cantabria –como en casi todo el mundo– tenemos un problema con la obesidad infantil que afecta al 40% de los niños de entre 3 y 8 años. ¿Existen pruebas de programas que atajen la obesidad infantil y, al aumentar la actividad física, mejoren la convivencia y el rendimiento escolar? Sí, existen. Algunas sencillas como la propuesta escocesa The Daily Mile (La milla diaria) y otras radicales como (LRPE) del Naperville Central HS en Illinois (EEUU).
Por otro lado, sabemos que las generaciones que educamos van a enfrentarse a cambios globales que aún hoy nos cuesta creer. Quizás hacerse eco de las metas de la Agenda 2030 en las aulas pueda ser una buena idea para no educar a los aprendices de hoy tal y como lo hacíamos ayer, y así no robarles el futuro tal y como temía John Dewey. Ya que si en las aulas cántabras no aprendemos a entender y dominar ChatGpt, por ejemplo, ¿cómo vamos a poner esta tecnología al servicio de nuestra región? Si no entendemos qué es el cambio climático, la igualdad, y el Desarrollo Sostenible, ¿cómo vamos a reivindicar y luchar por una sociedad próspera, sostenible, igualitaria y justa?
De las ventajas de la competencia digital y ciudadana aplicadas en las aulas también existen evidencias como el modelo B-learning o las escuelas democráticas.
Por último, ilusionado por el nuevo ritmo marcado en Educación, me atrevo a soñar que educarse en Cantabria debería implicar conocer en profundidad lo que significa ser cántabro o cántabra. Que solo se podrá amar si se conoce, y solo se protegerá si se ama, pues solo protegemos lo que amamos. ¿Qué mejor evidencia que el amor por lo que somos y podemos ser para querer educar más y mejor?
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