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Nicolás Maduro ha presentado al mundo las gotitas milagrosas José Gregorio Hernández, un nuevo medicamento que «neutraliza completamente al coronavirus simplemente con ponerse 10 gotas bajo la lengua cada cuatro horas». Asegura que se trata de una medicina totalmente inocua, sin efectos secundarios negativos, ... tal y como demuestran los experimentos masivos que se han realizado en Venezuela. Masiva va a ser también la producción de este medicamento, de forma que se asegure el suministro a todos los hospitales y centros de salud del país. Además, Maduro prevé exportar miles de dosis de las gotas milagrosas a Cuba, Nicaragua, Bolivia, Haití y otras naciones caribeñas, aliados estratégicos de Venezuela, y comercializarlo en otros países con los que mantiene relaciones, sin mencionar a ninguno. Añadió que la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, entregará toda la información al director de la OMS, Tedros Ghebreyesus, «para que conozca y certifique este poderoso antiviral», en palabras del mandatario venezolano.
De momento, la información disponible sobre el medicamento es la que Nicolás Maduro ha ofrecido en sus declaraciones a la televisión pública venezolana. Ha hablado de estudios clínicos de nueve meses de duración que se van a publicar en revistas internacionales, pero esos estudios no están disponibles, ni se conoce su metodología, ni se sabe si han sido revisados.
El citado José Gregorio Hernández fue un ilustre médico venezolano, que estudió en Francia a finales del XIX y fundó las primeras cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología en su país, introduciendo entre otros avances el uso del microscopio. Hombre profundamente religioso, después de su fallecimiento en 1919 se le atribuyen varios milagros, y el Papa Francisco ha aprobado recientemente su beatificación. Las gotitas de Maduro no son, evidentemente, un descubrimiento del doctor Hernández.
El medicamento en cuestión se llama Carvativir, y no está muy claro cuál es su principio activo. En algunas publicaciones se dice que es el carvacrol, que se extrae del aceite esencial del tomillo y se utiliza como aditivo alimentario para prevenir la contaminación bacteriana. Se han realizado estudios médicos acerca de la actividad antiviral de numerosos aceites esenciales, y el del tomillo no es una excepción; básicamente son estudios in vitro y técnicas de acoplamiento asistidas por computadora. También se ha publicado que se trata de un derivado del ácido ursólico, molécula presente, entre otras fuentes, en la piel de la manzana y a la que se atribuyen propiedades como antiinflamatorio, antidiabético, antiulceroso, anticancerígeno y antimicrobiano, si bien de momento solo se comercializa como suplemento para deportistas.
De momento, no hay motivos para pensar que las gotitas milagrosas sean más efectivas que, pongamos por caso, el dióxido de cloro. Si en algún momento, aflora la documentación que supuestamente avala este tratamiento, si es revisada por pares y se encuentra que todo es correcto, aplaudiremos a Maduro y a los investigadores venezolanos. De momento, lo prudente será seguir siendo escépticos.
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