Grandes proyectos, contexto incierto
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La gestión de las iniciativas en Cantabria precisa de una aceleración de su ritmo y de garantías para evitar que se vean afectadas por el previsible empeoramiento de la situación económicaSecciones
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EDITORIAL ·
La gestión de las iniciativas en Cantabria precisa de una aceleración de su ritmo y de garantías para evitar que se vean afectadas por el previsible empeoramiento de la situación económicaEn la habitual confluencia con el final de las legislaturas autonómica y municipal y la llegada de los primeros aires preelectorales, se vienen sucediendo anuncios de proyectos de cierta trascendencia, en ocasiones más definidos, en otras más próximos al estatus de esbozos o ideas. Mientras, ... la realidad es el considerable retraso de la mayoría de las actuaciones: léase las integración ferroviarias en Santander, Torrelavega y Camargo; el desarrollo de la red de autovías; la aplicación de un plan decente de Cercanías ferroviarias; las inversiones en alta velocidad y altas prestaciones de tren hacia el sur y hacia el este; las obras de los nuevos museos Reina Sofía, MUPAC y municipal de Santander; el Conservatorio de la capital del Besaya; las actuaciones en la finca de La Remonta; la activación de La Pasiega o del PSIR de Las Excavadas en Viérnoles o, sencillamente, de una zona industrial de Sniace que lleva dos años de abandono; o, por no prolongar esta relación de proyectos, el completar o quitar el espigón de Los Peligros, o rehabilitar el ala oeste del Seminario Mayor de Comillas, o terminar la reforma de la carretera del Desfiladero de La Hermida, o ampliar la central de Aguayo.
Todos los proyectos que se anuncian se hallan en diversos grados de inmadurez, pero algo común a todos ellos es que quedan bastantes años de trámites y obras por delante, y que parece no tenerse en cuenta el progresivo empeoramiento del contexto en que Cantabria y sus municipios se desenvuelven. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha apuntado esta semana que pronto finalizará el programa de compra de bonos (un mecanismo que nos ha proporcionado mucha liquidez durante la crisis de la pandemia) y que después se procederá a un rumbo de elevación de los tipos de interés. Esto significa que la deuda de las administraciones públicas españolas se convertirá pronto en un asunto realmente candente, obligando a diferir o cancelar inversiones. Aunque es cierto que, por otro lado, debería recibirse una importante inyección de fondos extraordinarios de Bruselas, los Next Generation EU, hasta la propia Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) se ha quejado en su último informe, hace bien pocos días, de la falta de transparencia del Gobierno PSOE-Podemos sobre este flujo financiero.
Es imposible valorar su influencia sobre la economía española y se sospecha que no está siendo un prodigio de eficacia. Sabemos, además, que Cantabria ha fracasado a la hora de captar fondos para proyectos clave como La Pasiega, el MUPAC o el ferrocarril a Bilbao. Y que no será posible la financiación completa con fondos europeos de REACT-EU el centro de terapia de protones de Valdecilla, que se pagará en parte con el presupuesto ordinario de la comunidad autónoma.
Con estos antecedentes, parece recomendable que todos los anuncios establezcan un calendario realista y creíble, demás de acreditar que serán financiables en un contexto que se tornará más exigente. Entre los deberes sin hacer y los nuevos que se anuncian, la ciudadanía puede preguntarse por cuáles serán los instrumentos para asegurar el dinero, única manera de que se pueda generar confianza en una ejecución real. Las autoridades tienen que ser conscientes de que los retrasos acumulados en los proyectos ya preexistentes suponen en sí mismos un desafío de cumplimiento, por lo cual aquello que se está prometiendo como novedad se ve afectado por una incertidumbre todavía mayor. La situación parece requerir un esfuerzo extraordinario, tanto administrativo como político, para agilizar los proyectos y la consecución de los esquemas para su financiación. De lo contrario, no haremos más que incrementar la colección de actuaciones pendientes. Es muy urgente, pues, pisar a fondo el acelerador de la gestión, si no se quiere provocar a partir del año próximo otoño un amplio desencanto colectivo y un preocupante freno de las posibilidades de Cantabria.
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