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La generosidad, la empatía y el agradecimiento social funcionan como poderosos estímulos del ánimo positivo, de la confianza mutua y del sentido de comunidad. Hay muchas personas que este confinamiento general lo están sustituyendo por su trabajo y dedicación en hospitales, residencias, almacenes, calles o ... en la carretera trabajando para que los demás podamos atender las necesidades básicas. Para estas personas no hay mejor compensador emocional de su entrega que el agradecimiento por lo que hacen. Cualquier actitud que no sea la del reconocimiento a quienes están en primera línea de contención y servicio no representa rasgos de humanidad sino del egocentrismo más descarado.
Deberíamos, por tanto, mostrar gratitud ante cualquier pequeño gesto de cercanía social que pueda manifestarse, incluso inconscientemente, en los vecinos cómplices del aplauso de las ocho, en los compañeros y personas con su cariñosa disposición al llamarte o en quienes, con su tacto sensible, nos cuidan y protegen.
La gratitud es un valor indispensable y necesario en nuestra vida social. Representa nuestra sensibilidad hacia la otra persona y actúa como un reforzador de su alegría. Constituye, por tanto, la mínima compensación que podemos entregarle como señal de compañía.
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