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Santander se distingue por su excepcional geografía. El estuario del río Miera crea una singular bahía que que hace que una ciudad de la costa norte tenga el mar hacia el sur. La bahía marca la personalidad de nuestra ciudad y justifica su excepcional belleza ... paisajística, por la que ha sido incluida en el Club de las Bahías más hermosas del mundo.
Se podría decir que Santander tiene monumentos con forma de paisaje, como las playas del Sardinero, los Jardines de Piquío, las rocas del Camello o, de manera destacada, la ensenada de la Magdalena, lugares de los que cualquier santanderino debe sentirse orgulloso. La vista desde el Paseo de Reina Victoria ha sido durante más de un siglo una postal representativa de las bellezas de la ciudad.
La Magdalena es un rincón de la bahía resguardado del temporal y del viento del nordeste, donde se asentaron balnearios turísticos y donde muchos santanderinos han aprendido a nadar, por la tranquilidad de sus aguas. Resulta un privilegio disfrutar en pleno corazón de la ciudad de un entorno con una envidiable condición natural y belleza paisajística, presidido por las laderas vegetales de Reina Victoria, los roquedales de la Magdalena, las islas de la Torre y la Horadada, y el arenal con forma de medialuna. El lugar incluye un sistema de arrecifes que cobijan una gran variedad de especies, algunas de ellas protegidas, y es un importante reservorio para el soporte biológico de todo el estuario.
Durante más de cuatro décadas la playa se había mantenido mediante el traslado de arenas, antes de la llegada del verano, desde la playa de Los Peligros, donde se acumula, repartiéndose hacia el este.
Sin embargo, en 2018 se iniciaron obras para construir dos enormes espigones con grandes rocas arrojadas, formando una gran barrera sobre el mar y provocando una herida brutal en el paisaje. Esta enorme escollera tenía el objetivo de retener y encerrar el arenal, y así evitar el movimiento de las arenas. Al mismo tiempo se aumentaba significativamente la superficie de playa y cubría con arena el arrecife situado entre la Magdalena y Bikini, con la destrucción medioambiental que ello hubiera supuesto.
Un buen número de ciudadanos sensibles a esta destrucción paisajística y a las consecuencias morfológicas y ambientales de obstaculizar el paso de las mareas, reaccionaron en contra y se manifestaron en la playa durante semanas pidiendo la paralización de las obras.
A continuación, el Parlamento de Cantabria acordó solicitar al Ministerio de Transición Ecológica la detención de los trabajos. Meses después el pleno del Ayuntamiento de Santander también acordó solicitar la retirada del espigón, lo que marcó un frente común de las administraciones en este propósito. Incluso el presidente Revilla calificó la actuación como una aberración.
El Ministerio de Transición Ecológica, sensible a la demanda, ordenó la paralización de las obras e impidió la ejecución del segundo espigón en el extremo oeste. Este, de forma triangular, hubiera ocupado una superficie mayor que el primero y casi un metro más de altura, lo que reduciría sensiblemente las vistas desde la playa de Los Peligros. También sería un obstáculo importante para el movimiento de las mareas, con consecuencias en la morfología general de la bahía y acelerando los procesos de colmatación.
Recientemente el Ministerio ha presentado el proyecto para desmantelar el espigón ya ejecutado y recuperar el estado inicial de la playa. Un mantenimiento adecuado de la playa, como tradicionalmente se venía haciendo, evitaría la acumulación de arenas en Los Peligros para que no desborden hacia el interior de la bahía, y permitiría su cuidado sin tener que desvirtuarlo. El coste medio de esta operación no supera los 60.000 euros, mientras que el presupuesto anual del Ayuntamiento para el mantenimiento de playas es 1 millón de euros, y el de parques y jardines supera los 11 millones. Resulta evidente la escasa repercusión económica que supone el mantenimiento del arenal, igual que se cuida cualquier jardín de la ciudad.
El proyecto de los espigones atenta contra los valores paisajísticos y medioambientales de Santander, por los que es reconocida y admirada. La bahía se ha reducido considerablemente debido a rellenos y construcciones en antiguos humedales. Hoy disponemos de experiencia y conocimiento para no cometer los mismos errores del pasado, que solo llevan a la colmatación de la ensenada y a la destrucción progresiva de la bahía. Defender el paisaje de la Magdalena significa conservarlo, algo esencial para los intereses de una ciudad que tiene en estos paisajes su más importante patrimonio.
Domingo de la Lastra, Esperanza Botella, José M. Cubría, Aurelio G-Riancho, Alberto G. Hoyos, Ángel Chamizo, Celestina Losada, Fernando Mantilla, Miguel de la Fuente, M. Luisa Ruiz, Claudio Planás, M. José Trimallez, Karen Mazarrasa, Esther Sainz-Pardo, Montse Martín-Saz, María García-Guinea, Manuel López-Calderón, Paloma Sánchez, Ana Trimallez, Ana de la Lastra, Luis Villegas, Juan J. López-Ibor, Rosa Coterillo, Orestes Cendrero, Joaquín Mantilla, Digna Fernández, Manuel Zúñiga
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