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Si pudieran expresarse, algunas de esas viejas piedras que cimentaron los molinos, torres, casonas y ermitas con las que nuestros ancestros labraron nuestra identidad, seguramente se quejarían de abandono, de haber sido olvidadas, tal vez engañadas, por quienes en algunos casos prometieron recuperarlas y nunca ... se cumplió.
Dirían que es mucho tiempo de olvido, que no aguantan más y se desmoronan, y que con ellas desaparecerá la memoria de los lugares, su historia y costumbres. Creyeron a quienes representando al pueblo declararon que esas antiguas piedras se rescatarían o consolidarían, y pensaron que por fin recuperarían el esplendor perdido. Pero el tiempo, implacable, las devolvió a la realidad y todo quedó en palabras.
El medio centenar de bienes del patrimonio de Cantabria que Hispania Nostra ha incluido en su Lista Roja con riesgo de desaparición evidencian el estado de un rico patrimonio que hace que esta comunidad sea un destino valorado y admirado. De los 51 bienes señalados, sólo el Palacio de los Acebedo en Hoznayo y la Torre de Ruerrero en Valderredible han sido recuperados, para pasarse a la Lista Verde de la esperanza. Sin enumerar al resto, cansaríamos al lector, citaremos algunos que piden a gritos su rehabilitación o consolidación, pues se mueren.
Desde los ámbitos municipal y regional se ha explicado muchas veces que se trabaja en la recuperación de la Puebla Vieja de Laredo, un Conjunto Histórico de origen medieval único en la costa norte peninsular. Pasa el tiempo y el viejo Laredo se deshace como un azucarillo en agua, habiéndose desaprovechado la oportunidad que brindaban los fondos europeos para su recuperación integral.
En Arredondo, la ermita de San Juan de Socueva, excavada en la montaña en el siglo VII y, por tanto, un libro abierto de época visigoda, languidece, olvidada y engañada por quienes enarbolaron un proyecto que nunca acabó de realizarse.
El Convento de Santa Cruz, frente al Parlamento de Cantabria en Santander, fundado en 1565 con sobria arquitectura conventual renacentista, se desmorona ante la mirada inerte de nuestros diputados.
Tras años de promesas incumplidas, en San Vicente de la Barquera, el viejo lazareto de Abaño, construido en el siglo XIII, con pinturas góticas que representan un navío, se degrada a marchas forzadas. No hay más que comparar las fotografías de la última década para darse cuenta de la destrucción.
En Viveda, la Torre de los Calderón de la Barca, construida entre los siglos XIII-XIV, solar de uno de los más ilustres dramaturgos de nuestro país, avanza en un fatal deterioro. Es inimaginable que la casa solar de Shakespeare, Chateaubriand o Van Gogh, por citar algún personaje de igual nivel, sufran ese estado de abandono y olvido.
Las Escuelas de Terán en Cabuérniga, ejemplo de arquitectura docente neoclásica, testigo de las reuniones krausistas de Giner de los Ríos, Salmerón, Ruiz de Quevedo y los González de Linares, se desmoronan. Más promesas no cumplidas.
En Valderredible, la Torre de Cadalso, singular huella de la nobleza de otros tiempos, representa la pérdida de la memoria y la historia de este valle. Se hunde.
La Torre de San Telmo en el municipio de Santillana del Mar, vigía y defensa marítima que en 2021 los temporales derrumbaron. Hubo buenas intenciones no cumplidas y se desmorona en el más absoluto silencio.
En el cementerio de Riva, valle de Ruesga, sus singulares pinturas góticas se deterioran sobre los muros de la antigua ermita de la Concepción y San Sebastián.
En Secadura, unos muros cegados por hiedra y arbustos recuerdan que allí se levantaba la torre de los orgullosos Alvarado, que acompañaron a Hernán Cortés.
La ignorancia y la falta de voluntad es el mayor enemigo del Patrimonio, más allá de la falta de recursos económicos. Cuando finaliza otra legislatura todos estos bienes, y 40 más, están peor que hace cuatro años. La mayor parte de estas edificaciones no necesitan ser reconstruidas a su estado original, basta con consolidarlas para garantizar su seguridad y evitar que desaparezcan para siempre. No parece una inversión exagerada limpiar los muros de vegetación, consolidarlos, mantenerlos y explicarlos a los ciudadanos. Sólo se protege lo que se quiere, y se quiere lo que se conoce. Su respeto o su abandono dan imagen de nuestro nivel cultural o de ignorancia, y habla de la clase de sociedad que aspiramos ser.
Aurelio G.-Riancho, Domingo de la Lastra, Celestina Losada, Manuel G. Alonso, Fernando Vierna, Esperanza Botella, José M. Cubría, Ana Trimállez, Joaquín Mantilla, Aníbal G. Riancho, Alberto G. Hoyos, Digna Fernández, Claudio Planás, Miguel de la Fuente, Rosa Coterillo, Paloma Sánchez, Juan López-Ibor, Juantxu Bazán, Esther Sainz-Pardo, Clemente Lomba, Javier Ruiz Carvajal, Angelines Basagoiti, Karen Mazarrasa, Carmen Sarasúa, Ignacio G.-Riancho, Carmen Moro, Carolina Echávarri, Luis Villegas, Orestes Cendrero y Luisa Ruiz.
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