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La singular geografía de Cantabria en la cordillera que media la meseta castellana y la costa atlántica ha ido decantando a lo largo de los siglos numerosas huellas que conforman un importante patrimonio. De todos los cordales septentrionales, en dirección al norte, el más largo ... y que permite alcanzar la costa con mínimos desniveles y libre de obstáculos es el cordal de la Sierra del Escudo, que se prolonga en línea recta hacia el norte desde el actual pantano del Ebro hasta la sierra prelitoral del Dobra, permitiendo allegarse a la bahía de Santander, la más amplia y resguardada del Cantábrico.
Desde el neolítico, este cordal ha vivido el tránsito continuo de cazadores, ganaderos, arrieros, carreteros, serrones, mineros o soldados, entre otros. Ha sido lugar de reunión de pastores y de encarnizadas luchas entre soldados romanos y guerreros cántabros, paso de arrieros y carreteros en el camino a Castilla y La Rioja, y escenario de sangrientas batallas de nuestra Guerra Civil durante la conquista de Santander.
Los testimonios arqueológicos abarcan desde épocas prehistóricas y prerromanas hasta la actualidad. Estamos, probablemente, ante el mayor escenario que se conserva en Europa de las guerras de conquista romana, siglo I A.C., superior a los de las guerras germánicas y dácicas. Existen restos de fortificaciones, campamentos y castellum, hay catalogadas siete necrópolis tumulares, los castros protohistóricos de la Espina del Gallego y del Cueto de Moroso, y tres más en la sierra del Dobra, los que hicieron frente a las legiones de Roma. Existen huellas comprobadas arqueológicamente de cuatro campamentos de campaña, tres de ellos dobles (El Cincho, Cildá y Campo las Cercas), y diversas fortalezas, una sondeada (El Cantón), y siete sin excavar entre el Cotero Marojo y el Torco la Alisa. Incluye yacimientos paleolíticos como los del Dobra, con probables menhires y grafismos, fortificaciones tardorromanas (Jerramaya y Cotero del Medio).
En las edades media y moderna el cordal fue utilizado como 'Camino de los Vinos', con ramales descendentes hacia los valles, orlados de ventas y antiguos humilladeros, y asociado a ruinas etnográficas de gran interés, algunas por estudiar, como el Cerradón de Sel de la Carrera, depósitos de nieve, chozos y cabañas pasiegas, hitos de deslinde (el monumental de Piedra Lucia), seles y brañas, hoyas de carboneo y hoyos de serrón, hornos tejeros y caleros, etc. También se conservan los escenarios de la última Guerra Civil (Batalla de Santander en agosto de 1937).
El territorio del Escudo fue muy explotado a lo largo de los siglos. La construcción del ferrocarril esquilmó sus bosques para traviesas, la minería extrajo mineral para las fábricas, o la explotación de turberas. La producción hidroeléctrica anegó el valle de Aguayo, e instalaron tendidos eléctricos y la subestación de Molledo. Luego fue incorporado el embalse del Mediajo y las obras del Bitrasvase para llevar agua a las ciudades, la industria y el turismo.
Hoy, este patrimonio se encuentra gravemente amenazado por empresas multinacionales de energía eólica que imponen un modelo que arrasa el cordal del Escudo de manera definitiva y sin pararse ante las consecuencias sobre las comunidades que allí residen, sus irrevocables propietarias y las grandes perjudicadas.
Las administraciones favorecen hechos consumados al borde de la legalidad, forzando la aprobación de Declaraciones de Impacto Ambiental, DIA, para auténticos polígonos industriales eólicos en zonas de altísimo valor medioambiental, como Cuesta Mayor, Campo Alto-La Costana, Alsa y el de mayor impacto con 25 aerogeneradores gigantescos en la sierra del Escudo, para lo cual se ha modificado la Ley del Suelo y la Crotu. Ello supondría la destrucción de una parte sustancial del escenario bélico cántabro-romano, incluso dos gigantescos aerogeneradores se posan sobre uno de los campamentos romanos y grandes carreteras y plataformas atravesarían el 'castellum' o fortín inmediato.
Se acaba de rechazar la declaración BIC a uno de estos campamentos romanos, que evita tenga la misma protección de los inmediatos ya declarados. Todo este patrimonio, clave de nuestra identidad histórica, cultural y natural, está en grave riesgo por una industria eólica que prefiere mantenerse ignorante de su presencia y excepcional valor. La inconsciencia y la ignorancia no pueden prevalecer ante decisiones que debieran replantearse para que sus beneficios coyunturales no se vean frustrados por una destrucción cultural permanente e irreversible. Solo la respuesta de una ciudadanía consciente y sensible permitiría defender para el futuro este patrimonio milenario.
Suscriben este artículo los siguientes miembros del Grupo Alceda: Manuel G. Alonso, Aurelio G. Riancho, Domingo de la lastra, Luis Villegas, J. M. Cubría, Orestes Cendrero, Miguel de la Fuente, Celestina Losada, Paloma Sánchez, Joaquín Mantilla, Juantxu Bazán, Rosa Argos, Rosa Coterillo, Esperanza Botella, Ana Martínez, M. Luisa Ruiz, Carolina Echavarri, Ana Lastra, Fernando Vierna, Celia Valbuena, Angelines Basagoiti, Ignacio G.-Riancho, Mina Moro, María José Trimallez.
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