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El 24 de marzo de este año entró en servicio un nuevo puente sobre el río Saja entre las localidades de Virgen y Villanueva de la Peña. Se trata de una bella y amplia estructura colgante de tres vanos, de 96 metros de longitud total ... y 13 metros de anchura, que cuenta con dos carriles de circulación y dos amplias aceras. El nuevo tramo viario mejora, sin duda, las comunicaciones del municipio de Mazcuerras y el Valle de Cabuérniga.
La misma viene a reemplazar, con mayor holgura y mejor trazado, la función que realizaba el puente de hormigón armado que se encuentra adyacente y aguas abajo de aquélla y que fue construido en los años 40 del siglo XX. Esta emblemática estructura de hormigón, con cerca de 80 años en activo, es parte de la larga historia de este cruce del río Saja ubicado frente al Santuario de Nuestra Señora de la Peña, del siglo XVII.
Desde la Edad Moderna se conoce la existencia de un paso de barca que comunicaba los territorios del gran Valle de Cabezón, situados a ambos márgenes del curso fluvial; de hecho, el pueblo de su orilla derecha se denominó en el pasado Villanueva de la Barca. En este lugar, cuando se hizo la nueva división de la administración local, en los años 30 del siglo XIX, se estableció el límite entre los municipios de Cabezón de la Sal y de Mazcuerras que fragmentó el gobierno del citado valle. Este cruce del río por medio de una barca se prolongó a lo largo de la centuria decimonónica.
A finales del siglo XIX se construyó aquí un puente de madera, que fue promovido por la Compañía del Ferrocarril Cantábrico y el Ayuntamiento de Mazcuerras, con objeto de facilitar a sus vecinos el paso a la nueva estación de Virgen de la Peña y al ferrocarril de Santander a Cabezón de la Sal, inaugurado en 1895. Ya en los años 20 del siglo XX se construyó un puente de hormigón armado, el nuevo material que revolucionó la construcción de estructuras y amplió notablemente los vanos a salvar por éstas. Este importante paso sobre el Saja fue destruido durante la Guerra Civil, en agosto de 1937. Provisionalmente, y hasta la construcción de un nuevo puente de hormigón, se hizo una pasarela de madera e incluso volvió a utilizarse una barca para el paso de personas.
Finalmente, en la segunda mitad de los años 40 del siglo XX se ejecutó el puente que nos ocupa: consta de tres vanos con una longitud total de unos 80 metros de largo y 6 metros de ancho. Está apoyado en los bordes del río y en dos pilas cimentadas sobre el cauce, sobre las que se apoyan robustas vigas en las que descansa una losa. Toda la estructura fue hormigonada in situ sobre cimbras y encofrados apropiados. Lateralmente tiene unas barandillas de protección hechas con el mismo material, que fueron habituales en los puentes de esta época.
Una vez que ha entrado en servicio el nuevo puente colgante, el puente antiguo ha quedado liberado del uso viario, aunque podría aprovecharse para ofrecer un nuevo lugar de estancia para los pueblos que ha comunicado durante décadas, y así surgen buenos motivos que aconsejan su conservación y rehabilitación.
La importancia decisiva que ha tenido este paso del Saja para los habitantes de este amplio territorio, queda patente en los comentarios de algunos de sus vecinos: «Tiene mucho valor emocional y supuso mucho sacrificio construirlo; es algo que no debe olvidarse». El antiguo puente de hormigón es un excelente ejemplo del tipo de estructuras que se levantaron en toda España y en Cantabria entre los años 20 y 60 del siglo XX.
Su estado de conservación es aceptable, no presenta signos de deterioro relevantes y sólo requiere pequeñas reparaciones: Un tramo de barandilla está suelto por el impacto de un vehículo, un capitel decorativo de sus pilas está dañado, y otros lógicos desperfectos perfectamente subsanables.
El espacio liberado en la plataforma del puente, con una superficie aproximada de 500 metros cuadrados sobre el cauce del río y vecina a la fachada lateral del Santuario mariano, puede convertirse en una agradable y tranquila plaza-mirador. Equipada con algunos bancos sería un incomparable lugar de estancia en medio del curso fluvial, desde el que disfrutar de unas bellas vistas del entorno circundante. Así mismo, serviría de conexión con los dos caminos que bordean al cauce, aguas abajo de este puente, y que podrían potenciarse para el disfrute de los vecinos. La conservación de este patrimonio aparece como una oportunidad para crear un lugar de gran calidad para el encuentro de los pueblos vecinos. Al dejar de pasar coches por él surgen nuevas y maravillosas posibilidades, que aconsejan su conservación para beneficio futuro de la sociedad a la que tan bien sirvió en el pasado.
Suscriben este artículo los siguientes miembros del Grupo Alceda: Luis Villegas, Domingo de la Lastra, Aurelio G.-Riancho, César Pombo, Alberto G. Hoyos, Juantxu Bazán, Rosa Coterillo, Orestes Cendrero, José M. Cubría, Daniel M. Revuelta, Esperanza Botella, Esther Sainz-Pardo, Manuel G. Alonso, Angelines Basagoiti, Ignacio Lombillo, Juan J. López-Ibor, María José Trimállez, María García-Guinea, Mina Moro, M. Digna Fernández, Claudio Planás y Celia Valbuena.
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