Guerra energética

Por otra parte, la alianza de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+), liderada por Arabia Saudí y Rusia, muy recientemente ha llegado a un acuerdo de reducción en su producción de dos millones de barriles diarios a partir de noviembre de 2022. Un recorte de la oferta petrolera mundial solo comparable al que se realizó en mayo de 2020 en plena pandemia covid-19. El recorte de producción en la pandemia fue razonable dada la escasez de demanda mundial. No obstante, el recorte actual no obedece a escasez de demanda, sino a la falta de oferta. Esto es, los países de esta alianza quieren incrementar notablemente sus ingresos. En estos casos, a largo plazo la teoría de juegos predice que los países tienen incentivos para no cumplir los acuerdos y al final los precios pueden normalizarse. No obstante, existen excepciones como la proporcionada por decisiones geopolíticas en un contexto de guerra.

En este caso excepcional el cartel de la alianza de OPEP+ puede mantener reducciones de oferta y precios altos más allá del corto plazo. El ejemplo está en las crisis energéticas de los años setenta. La guerra energética es una realidad derivada de la cruel guerra en Ucrania, sus consecuencias las estamos pagando todos y no se ve el final. Ya no en invierno, como todo el mundo predice, sino en este mismo otoño. Cuanto primero se encuentre una solución de paz será mejor para todo el mundo.