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El reciente nombramiento de Toni Cantó para un puesto 'digital' en la Comunidad de Madrid ha levantado mucha polvareda, pero tal vez el viento sople en la dirección equivocada. Desde luego que es muy divertido eso de dar leña al mono y atizar al ... político pillado en renuncio; que si un día prometemos acabar con los 'chiringuitos', y al siguiente nos montamos uno propio, que si el cambio de chaqueta y todo el cachondeo que haga falta. Claro que sí. Si la crítica fortalece la democracia y, además, reírse es muy sano.
Lo que pasa es que, en lo importante, estamos errando el tiro. Cierto que el 'enchufe' de Cantó ha causado hilaridad, porque ¿para qué necesita Madrid una 'oficina del español'? Ni que el idioma estuviera en peligro, acosado por el inglés chapurreado con que nos comunicamos con los guiris, o que vayan a hacer lengua cooficial el 'cheli' de Ramoncín y Francisco Umbral.
En realidad, esa 'oficina' forma parte de una guerra invisible, en la que lo que se disputa es lo de siempre: dinero. Una disputa económica por ver quién se lleva mayor trozo del pastel de los estudiantes de español. Que no serán legión, pero no dejan de ser un 'nicho' de posibles beneficios, con una inversión mínima y una alta rentabilidad política.
Y tan poca cosa no debe de ser, cuando La Rioja lleva años pugnando por ser cuna y capital del idioma, y hasta Revilla llegó a afirmar que el castellano nació en Cantabria, para relanzar la Fundación Comillas. Mientras nos reímos, Madrid está intentando adelantar por la derecha a sus competidores, que fundamentalmente son Salamanca, Granada y... Barcelona. Pero claro, allí va a ser muy difícil que funden una 'oficina del español'. Ni aunque pusieran a Oriol Junqueras a dedo...
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