Nuestra guerra favorita

Pero aunque nos parezca lejana y exclusiva de los militares profesionales, la guerra siempre está presente en algún lugar del mundo y nos acecha a todos. Los ucranianos llevan tiempo sabiendo bien lo que es, igual que ahora sucede con los rusos por la movilización que les ha impuesto Vladimir Putin. Qué paradoja que en algunos lugares de la extensa Rusia, quienes no quieren ir a la guerra son capaces de atacar los centros de reclutamiento en una especie de guerra contra la guerra que recuerda la semana trágica de Cataluña, cuando en 1909 se movilizó a los reservistas para luchar en África y se produjeron disturbios reprimidos por el ejército.

Sin guerra, pero con servicio militar obligatorio, el fin de la dictadura fue el principio para que los jóvenes españoles fueran incrementando su rechazo a la mili con la aparición de insumisos y objetores de conciencia que de alguna manera aconsejó a Aznar a abolir el servicio militar en 2001.

Acostumbrados a vivir sin guerras y sin mili, supongo que en España tendríamos más que reparos a la hora de coger las armas por mucho llamamiento obligatorio que nos hicieran. Además, tampoco parece que haya suficiente indignación para arremeter contra país extranjero alguno, ni afrenta que no haya amortiguado el tiempo y el 'estatu quo' en enclaves como Gibraltar, Ceuta o Melilla, puntos débiles de la integridad nacional.

Pero de lo que sí estoy seguro es que cualquier español se armaría hasta los dientes, y casi sin necesidad de movilización, para combatir contra nosotros mismos. Es nuestra guerra favorita de siempre, como la última que nos recuerdan todos los días nuestros gobernantes como si la echaran de menos.