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Hay una deriva de la actual guerra de Rusia contra Ucrania que está pasando desapercibida para la mayoría de los medios de comunicación españoles: el enfrentamiento entre las diferentes iglesias de la denominada ortodoxia o iglesias ortodoxas. La guerra representa un desafío para la Iglesia ... Ortodoxa rusa. El patriarca Kirill de Moscú, que se denomina desde 1589 'Patriarca de todas las Rusias', es decir, los tres pueblos de la antigua Rusia (Rusia, Bielorrusia y Ucrania), se enfrenta a una situación complicada tras haber establecido en los últimos trece años una alianza muy estrecha con Putin en base a compartir la misma idea de Rusia y un modelo de sociedad opuesto a los valores fundamentales de Occidente. En una reciente homilía ha justificado la invasión como una guerra contra la «cultura antropológicamente decadente de la sociedad occidental» basada en modelos de vida contrarios al cristianismo. Una especie de cruzada moderna. Se explica porque ve en los dirigentes políticos y religiosos de la actual Ucrania un impulso disgregador de la unidad basada en la común fe ortodoxa de los tres citados pueblos de la antigua Rus'.
No resulta fácil de comprender la situación sin conocer la historia de la 'ortodoxia' (término con que se pretende resaltar una realidad eclesial unitaria y homogénea), o de las 'iglesias ortodoxas' (la pluralidad de las iglesias independientes en que aquella se articula). Desde el concilio ecuménico de Constantinopla del 381 las iglesias cristianas de Oriente iniciaron un proceso de separación de Roma, reconociendo a la recién fundada Constantinopla la condición de segunda Roma frente a la primera Roma. Con el paso del tiempo, todas las iglesias del Oriente cristiano que habían aceptado el concilio de Calcedonia del 451 (Asia Menor y Europa Oriental) comenzaron a denominarse ortodoxas, para diferenciarse de las occidentales que seguían la obediencia de Roma, y reconocieron al Patriarca de Constantinopla un primado de honor que comportaba garantizar la unidad visible de toda la ortodoxia. Tras la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, Moscú comenzó a reivindicar la condición de tercera Roma, y en 1589 le fue reconocida a su patriarca la mencionada condición de 'Patriarca de todas las Rusias', pero sin romper los vínculos con Constantinopla. A medida que los diversos territorios de la Europa oriental se fueron liberando del dominio turco, Constantinopla fue reconociendo a las iglesias de los nuevos países la 'autocefalia', plena autonomía de gobierno de iglesias territorialmente contiguas y étnicamente homogéneas. Surgieron así los patriarcados de Serbia, Rumanía y Bulgaria, por este orden. Se explica que cuando, tras la disolución de la Unión Soviética, Ucrania alcanzó su independencia, aspirase también a constituirse en iglesia autocéfala independiente de Moscú, privilegio que le ha sido reconocido por Constantinopla en el 2018 en la persona del patriarca Epifanye de Kiev.
Este hecho ha supuesto una mutilación importante de la iglesia de Moscú, por lo que su patriarca Kirill no solo no lo ha reconocido, sino que ha roto la comunión con Constantinopla dando origen al cisma más importante en la historia de la ortodoxia. Pero la situación se ha complicado más porque Moscú ha reconocido en Ucrania a otro patriarca, Onufriy, al que ha concedido una cierta autonomía y al que sigue la mayor parte de la población rusófona del país. Con el estallido de la guerra, la situación se ha complicado de forma imprevista. Dividido entre su dependencia de Moscú y la fidelidad a su pueblo ucraniano, Onufriy se ha atrevido a condenar la invasión, mientras su superior Kirill la bendice. Además, algunos de los obispos dependientes de Onufriy, superiores de monasterios importantes como el de Pocajiv y otros sacerdotes se han negado incluso a conmemorar en su liturgia al patriarca Kirill, a lo que este ha respondido declarándoles cismáticos.
Al igual que en el caso de Putin, tampoco está claro el futuro del autoritario y belicista patriarca Kirill. La pérdida de Ucrania significa redimensionar gravemente su primado numérico: de sus 30.000 parroquias, 12.000 están en Ucrania. Además, 238 presbíteros y diáconos de Rusia acaban de firmar un manifiesto de condena de la invasión. Tampoco está claro el futuro de las dos iglesias ucranianas. Se puede adivinar un traslado de fieles de la iglesia prorrusa de Onufriy a la autocéfala de Epifanye por la exasperación de los sentimientos antirrusos entre los ucranianos. Pero poco más.
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