Guerra de Ucrania y economía
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En el mejor de los casos, la recuperación se va a ver resentida y la inflación, además de elevada, no va a ser tan transitoriaSecciones
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En el mejor de los casos, la recuperación se va a ver resentida y la inflación, además de elevada, no va a ser tan transitoriaSi, por la propia naturaleza de las cosas, siempre resulta arriesgado hacer previsiones macroeconómicas, es obvio que tal riesgo se acrecienta en situaciones de incertidumbre extrema como la que, con la guerra de Ucrania, estamos viviendo en la actualidad. Lo único evidente es que, en ... el mejor de los casos, la recuperación económica se va a ver resentida y que la inflación, además de elevada, no va a ser tan transitoria como se pensaba. A partir de ahí, todo son incógnitas que, por desgracia, sólo se podrán despejar con el paso del tiempo.
El primer factor que, en mi opinión, va a influir decisivamente sobre la marcha de la economía es la duración de la guerra (y si puede extenderse o no a otros territorios). Cuanto más se enquiste esta, cuanto más se alargue, mayor será el nivel de incertidumbre y más se demorarán las decisiones de consumo e inversión y, por lo tanto, mayores serán los efectos negativos sobre la demanda agregada y la producción. El problema aquí es que nadie sabe lo que puede durar la guerra, pues lo que inicialmente se pensaba que podía ser un paseo militar no tiene, ahora, ninguna pinta de serlo.
El segundo factor a tomar en consideración es la respuesta político-económica del mundo occidental. Aquí se me ocurre que son por lo menos tres los frentes relevantes: el de las sanciones económicas a Rusia, el de la reacción fiscal de la UE y el de la respuesta del BCE.
En lo que atañe a las sanciones impuestas a Rusia, no hay ninguna duda de que cuanto más fuertes sean, cuanto mayor daño puedan hacer a la economía del país, más obligado se verá Putin a revisar su actitud y, quizás, a cambiar de estrategia. Esto podría ser positivo, pero, aun en el supuesto de que este fuera el caso, es probable que las repercusiones negativas (efecto bumerang) sobre las economía europea y española se acentúen, al menos a corto plazo.
La magnitud del impacto económico de la guerra sobre la economía va a depender, asimismo, de la respuesta fiscal que arbitre la UE. Por ahora no hay grandes decisiones sobre el particular, pero teniendo en cuenta que, en su momento, se aprobaron los fondos NextGen para luchar contra la pandemia, no sería de extrañar que, a la vista de las circunstancias, la UE diseñase algún mecanismo nuevo para eludir un posible estancamiento o, si las cosas se complicaran mucho más, incluso una nueva recesión. La UE ya se ha endeudado para financiar el programa NextGen y no sería impensable que, insisto, si la situación empeora, vuelva a hacerlo para evitar males mayores
El frente más problemático de todos es, me parece, el monetario, pues, como es sabido, el BCE había anunciado ya el fin de las compras de deuda (ya está comprando menos que en el pasado) y todo daba a entender que, más pronto que tarde, empezaría a subir los tipos de interés. El objetivo de esta subida de tipos es, naturalmente, el de intentar frenar la inflación; el problema es que, al mismo tiempo, puede minar aún más las posibilidades de recuperación. ¿Qué va a hacer el BCE? No lo sabemos, pero, haga lo que haga, la situación será complicadísima.
Amén de los factores mencionados, hay algunos otros que, dependiendo de cómo se manejen, pueden agravar o mitigar los estragos económicos de la guerra. Teniendo en cuenta que la guerra exigirá sacrificios a todos los colectivos (de hecho, ya los está exigiendo), un elemento crítico podría ser un pacto de rentas sensato que contribuyera a aflojar un tanto las tensiones inflacionistas. En este mismo terreno, también sería positivo si se acordase desligar el precio de la energía del precio del gas o se estableciese un tope máximo para este. En la misma dirección iría una potencial reducción impositiva del precio de los carburantes y la electricidad a los consumidores y, simultáneamente, un aumento de la carga impositiva a las compañías eléctricas que, en la actual situación, están obteniendo beneficios extraordinarios. Por último, aunque con efectos más a medio que a corto plazo, la búsqueda de alternativas de algunos suministros (cereales, aceite de girasol, maíz, fertilizantes, etc.) también podría contribuir a reducir la inflación y facilitar la recuperación.
Todo, absolutamente todo, sin embargo, está en el aire, por lo que, en el mejor de los casos, todo lo expuesto no son más que elucubraciones de un economista perplejo.
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