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...Pero no como terminan». Un viejo adagio que se ha confirmado una y otra vez; pero lo que subyace a semejante afirmación es bastante más ominoso: una vez que se ha cruzado la línea roja es muy difícil dar marcha atrás. Otra típica afirmación, ... que la guerra es el último recurso, vendría a explicarse por dicha conclusión; pero también aquí subyace algo más lúgubre: rara vez las guerras son el último recurso. Más bien, obedecen al aprovechamiento de una ventana de oportunidad que ha comenzado a cerrarse para el agresor y abrirse para sus víctimas. Partiendo de ahí se puede llegar a las siguientes conclusiones.
La ventana de oportunidad que se le había abierto a Putin, debido a que Occidente andaba muy ocupado recuperándose de la gran crisis financiera de 2008-2010, le permitió anexionarse Ucrania sin pagar un precio significativo. Esto, unido a que ahora Occidente está doblemente ocupado con la recuperación de una pandemia, que ha provocado un endeudamiento sin precedentes seguido de una inflación que posiblemente acabe en estanflación, ha llevado a Putin a invadir Ucrania antes de que dicha ventana empiece a cerrarse.
Por el contrario, la repulsiva invasión ha propiciado la oportunidad de revertir el avance de Putin en el este (la reconquista del sur es más problemática) y estabilizar la independencia de Ucrania; eso por un lado, y por otro ha propiciado la ofensiva de Estados Unidos para afirmar su hegemonía mundial mediante un golpe que debilite o incapacite al principal socio de su gran competidor -China- a la vez que fortalece decisivamente su debilitada Alianza con la Unión Europea.
En cuanto a la UE, qué duda cabe de que ahora tiene la oportunidad de ampliar significativamente su radio de acción en el este de Europa; idea que venía entreteniendo desde las famosas revoluciones de colores, pero que andaba muy apagada últimamente.
Ahora bien, cuando los conflictos se plantean en estos términos aparece una obvia dificultad: la posibilidad de alcanzar un compromiso para detener el conflicto armado se aleja en el tiempo de forma indefinida.
La cuestión candente es, pues, cómo poner fin a esta guerra y alcanzar un acuerdo de paz sostenible. Mi pálpito es que, a lo sumo, se podrá alcanzar una paz definida por el corolario de lo que expresaba Clausewitz: la continuación de la guerra por otros medios. Expresión que me parece una perfecta definición de guerra fría. Pero incluso esto parece difícil de alcanzar si se piensa que la Primera Guerra Fría se produjo a renglón seguido de la Segunda Guerra Mundial, cuando nadie en su sano juicio estaba por la labor de emprender otra Gran Guerra. La memoria, ¡ay!, muere con los que lo vivieron, y quienes hoy gobiernan no tienen ninguna experiencia al respecto. Ahora están adquiriéndola.
El primer paso hacia esa 'paz vigilante' (el término fue acuñado por Tolkien en 'El Señor de los Anillos') ya parece haberse dado: el reconocimiento por todas las partes de que una 'victoria total' no será posible; pero el segundo paso se antoja lejos, mientras Rusia (Putin) diga que marcharse con las manos vacías es inaceptable y Ucrania (Zelenski) sostenga que cualquier cesión de territorio es igualmente inaceptable.
A estas alturas Putin sabe que se ha metido en un callejón sin salida, razón por la cual no dice una palabra más alta que otra mientras sigue blandiendo una enorme estaca; pero los aliados occidentales contemplan con emoción cómo se ha ido abriendo su ventana de oportunidad. La tentación es difícil de resistir, hay personajes influyentes en Estados Unidos y Europa que aconsejan «debilitar permanentemente a Rusia»; por citar las declaraciones del ministro de Defensa americano en su reciente visita a Ucrania.
El riesgo de esa operación es evidente. La reacción de Putin podría ser escalar el conflicto, que hoy se desenvuelve en versión 'moderada' cuando se la compara con su capacidad real de fuego y movilización de tropas. El argumento de que la OTAN es el verdadero agresor, dada su animadversión hacia Rusia, resultaría entonces lo suficientemente verosímil como para que Putin lleve a cabo una movilización general poniendo en juego todos sus recursos.
Estados Unidos y Europa se encuentran ante una contradicción irresoluble. Quieren a la vez una victoria para Ucrania, sin paliativos, y que Rusia no escale el conflicto a un nivel que exigiría la intervención directa de la OTAN. Esto deja en manos de Rusia la capacidad de decidir, si y cuando se han cruzado sus líneas rojas.
Antes de que empezara la guerra de Ucrania apunté que la situación se parecía cada vez más a la de Corea en los años 50. Entonces Estados Unidos apoyó al gobierno legítimo contra los pro-comunistas, que acabarían formando lo que hoy es Corea del Norte. Esa guerra fue el primer incidente de la Primera Guerra Fría (1947-1989)
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