¿Aló?, le hablo de Metroscopia

Albergo serias dudas sobre si fue suerte o error –para ellos– que Metroscopia, posiblemente la empresa con resultados constatados más fiables, marcara mi número de teléfono para hacer una encuesta sobre cómo andan las cosas en la Torrelavega preelectoral; para mí, como periodista, fue una ... auténtica serendipia. Siempre he sentido curiosidad por saber cómo se eligen los encuestados; seguramente que será al azar, pero las casualidades también existen porque un vecino mío recibió similar llamada. Desde que en 1936, en Estados Unidos, se hicieran las primeras encuestas telefónicas (en España no tenía entonces teléfono en casa ni Gila), en vísperas de las elecciones presidenciales en las que resultó elegido Franklin Delano Roosevelt, este método se utiliza con asiduidad en todo el mundo, al menos allí donde los gobernantes y su oposición quieren saber de qué humor andan los electores. Excepto las dirigidas por Tezanos para el CIS, que tienen más trampas que una escopeta de feria, las encuestas, al igual que los pronósticos del tiempo, suelen acertar más que equivocarse. Para los encuestadores, esta fórmula tiene la ventaja de ser más económica que las entrevistas personales, suelen tener resultados más sinceros –y por ende resultan más efectivas– porque expresar, por ejemplo, la intención de voto a un encuestador con lápiz y papel en la mano, y mirándote a la cara, causa rechazo debido a que, en materia de creencias políticas se suele mentir hasta al médico. Vuelvo a la encuesta. La señorita interrogadora trató de ganarse mi confianza apelando a mi responsabilidad ciudadana y así entró queriendo saber, por ejemplo, cuáles creía que eran los principales problemas de la ciudad y mi opinión sobre los proyectos que están encima de la mesa para el futuro. Después del bla, bla, bla habitual en este tipo de cuestionarios, y una vez bien trabado mi interés, entró al meollo de la cuestión: Quería saber qué opinión me merecían, calificándoles del 0 al 10, los políticos municipales actualmente en la Corporación. Interrogaba la metroscópica sobre Javier López Estrada, Marta Fernández-Teijeiro, José Manuel Cruz Viadero (fue hecha antes de la proclamación de José Luis Urraca como candidato único), Blanca Rosa Gómez Morante e Iván Martínez; a Richardiello debía de darle por amortizado porque ni le nombró (tampoco le interesó la opinión sobre el virtual candidato de Vox, Roberto García Corona). Lógicamente, la intriga iba aumentando conforme avanzaba el interrogatorio: ¿Quién habría encargado la encuesta? Podía ser cualquiera. Hasta que llegó la pregunta final, la definitiva: –Del 1 al 10, dígame, ¿qué posibilidad habría de que usted votara al PP si cambiara de candidato en Torrelavega? ¡Ya habíamos alcanzado la endosfera de la cuestión! No seré yo quien le ponga nombre al contratante de la encuesta, pero me malicio una sigla ¿y usted?