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Estaban a oscuras, con unas pocas luminarias fantasmales, pero los Jardines de Pereda siempre están a oscuras, sean o no noches mágicas de Halloween. El parque céntrico, emblema y escaparate de la ciudad, es también el menos cuidado y el más lóbrego. Tanto, que cuando ... termina el día, aparecen las sombras y apenas se ve a unos metros de distancia, quienes lo cruzan procuran hacerlo acompañados. Evitan, sobre todo, los alrededores de la fuente de los Meones y aprovechan en lo posible la luz indirecta que procede del Centro Botín. Este lugar pudo ser un jardín modelo y lo están convirtiendo en un bardal. Las tinieblas forman parte del paisaje urbano, aunque esta vez esa negrura era provocada, rota solo por una hilera de pequeñas luces en el puente del estanque, sucio y sin patos, y los destellos ocasionales sobre las cruces y los sepulcros de madera.
Los ojos de bronce de José María de Pereda miraban atónitos, desde la altura, el inesperado ataque. Veía el escritor de qué manera, a sus pies, tendían telas de araña sostenidas por los personajes de sus novelas montañesas, clavaban tumbas junto al monumento de piedra inaugurado por Menéndez Pelayo, los niños y no tan niños tiraban de mala manera de los cuernos de los bueyes sin que ninguno de ellos resultase empitonado, maltrataban los altorrelieves de 'Peñas arriba', 'Sotileza', 'La leva', 'La puchera' y 'El sabor de la tierruca', bebían -alguno de más- y hacían fotos y vídeos. Porque era Halloween, cuando los muertos abandonan las sepulturas y caminan entre los vivos. Medio parque era un cementerio visitado por cientos de personas. Pero este es un claro ejemplo de cómo una excelente idea no acaba bien en manos irresponsables.
Lo equivocado fue el emplazamiento. Solo unos insensatos, quizá los mismos que permitieron el montaje del escenario de los Baños de Ola encima de la Tierra Paralela de Piquío, pueden autorizar la celebración de un espectáculo multitudinario, de mucho jolgorio y escaso seso, al lado de tres obras de arte de un valor extraordinario. Pereda, epicentro de la movida, fue el principal afectado; 'Femme debout' y 'Tête sur socle' sufrieron un asalto menor, aunque soez. Estas dos esculturas no son de propiedad municipal sino cedidas por la familia de Joan Miró. Asistimos así a otro capítulo del sainete diario de Cantabria, ahora con protagonismo local. El Ayuntamiento, institución encargada de velar por el patrimonio de Santander, es el que facilita su deterioro. No era el lobo el que mataba el ganado en la noche de difuntos. Era el pastor que lo cuida.
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