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Sí, quiero dejar constancia de que estoy harto de todas las correcciones a las que el pensamiento único nos va sometiendo hasta conseguir que digamos lo que digamos todo sea censura (antes franquista y ahora progresista).
El lobo no se puede comer a Caperucita; Tom ... Sawyer no tenía un amigo negro; lo negro no existe, todo es de color; la guerra de los sexos (orgánicamente sólo hay dos, existencialmente hay diecisiete, de momento). Si un relato de Cela habla de maricones, hemos de censurarlo, salvo si esa expresión es utilizada por un gay (entre hermanos está permitido llegar a las manos); si una novela destila machismo, aunque fuera escrita en tiempos en que ese concepto no existía, hay que caparla, nunca mejor dicho. Todos tenemos que ser iguales, aunque genética y ambientalmente (por las circunstancias) sea imposible que pueda haber dos seres humanos iguales. Estoy harto de las disquisiciones políticas de unos y otros, unos son calificados de nazis y franquistas y los otros de rojos y comunistas y siempre llevado al extremo para que su argumentario sea más gráfico y ejemplarizante.
A los ricos hay que freírles a impuestos, los empresarios son todos unos cabrones y los sindicalistas vagos y conflictivos; el empleado es siempre la parte débil y el empleador un explotador y si ha hecho fortuna, seguro que ha robado a alguien. Todos tenemos que ser guapos, maravillosos, encantadores y tener una apariencia como de recién hechos. Y algo que cada día prima más, los derechos de las minorías; es decir las mayorías importamos un pimiento, hay que pensar en el que es débil, lo sea en verdad o le interese parecerlo para conseguir las mejores ayudas y subvenciones. No me puedo olvidar de que todo tiene que quedar normalizado y certificado y se debe prohibir cualquier aspecto cultural que recuerde a tiempos pasados; si fumas eres un criminal, si no sientes pasión por los animales eres cruel y si tus gustos musicales, literarios o en vestimenta no se corresponden con la moda impuesta por las redes sociales, eres un contraculturista, un vejestorio o un retrógrado con ideas peligrosas que pueden contagiar a la sana sociedad adocenada. Estoy harto del uso del genero degenerado, del todos y todas, de las paridades que no se pueden mandar a parir, del borreguismo blanqueado con Norit a mano, a máquina o por el artículo 33. Se ve que hay que pasar por el aro o ara de un mundo o munda que sólo podemos vivir; de otro modo lo nuestro, o nuestra, sería una existencia o existencio. A qué niveles de tontería y tonterío hemos tenido que llegar para tener que cogerlo todo con cientos de paquetes de papel de fumar; ah, perdón, que no se puede fumar, está prohibido.
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