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Sinceridad: los cántabros llevamos cuarenta años sin preocuparnos por las elecciones de Castilla y León. Nadie se ofenda: uno de cada cuatro cántabros ni siquiera se ha preocupado por sus propios comicios autonómicos. Mal signo es este, aunque peor aquel. Pues de la coordinación interregional con castellanos y leoneses depende, se quiera o no, gran parte de la trayectoria que ha seguido o puede seguir Cantabria.

No se trata solo de la unión cordial, simbolizada en miles de biografías, como la del escritor Miguel Delibes o el prócer cultural José María de Cossío. O de una tradición compartida desde que, según las crónicas, el conde Fernán González pasó su mocedad a orillas del Asón. Es más que el paso de siglos de hermandad a décadas de vecindad.

Hace cien años, cuando el general Primo de Rivera anunció que iba a suprimir las provincias para crear entre diez y catorce regiones, en el Ateneo de Santander y la prensa montañesa hubo un intensísimo debate, en el cual los partidarios de una región uniprovincial fueron minoría. La mayoría apostaba por una región cántabro-castellana, siendo uno de los principales argumentos la funcionalidad económica. Pero aquellas ideas apenas se trabajaron, mientras que el diferencialismo sí. De ahí la posterior voluntad cántabra de constituir autonomía propia, que ahora cumple 40 años.

El hecho de que Castilla y León parece estar gobernándose algo mejor debería despertar más curiosidad de los cántabros

Pero se confundió lo administrativo con lo vital, y la falta de diálogo con Castilla ha venido siendo un importante vacío de la gestión cántabra (y de la castellana posiblemente también). Para corregirlo, se necesita disponibilidad por ambas comunidades. Aunque un candidato burgalés ha querido introducir la cuestión, lo ha hecho de manera tertuliana, que revienta la conversación desde el principio. Hay que partir de los hechos autonómicos y crear más hábitos de cooperación.

Castilla tiene Corredor Atlántico y Cantabria no. Es la mejor región educativa y Cantabria no. Y desde hace años muestra un PIB per cápita superior al cántabro. Parece, pues, que se está gobernando algo mejor. Ello debería ser motivo bastante para despertar en los cántabros más curiosidad por el 13-F, cuyo desenlace afectará inevitablemente a la misma Cantabria.

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