La Hermenéutica de las luces
La tierra dormida ·
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La tierra dormida ·
Eric Sevareid (Dakota,1939-Washington,1975) fue un destacado corresponsal de guerra norteamericano durante la primera mitad del siglo pasado. Formaba parte de un ... grupo de reporteros de elite que fueron contratados por el periodista de la CBS Edward Murrow y que fueron apodados 'Murrow's Boys'. Bronco, rudo, tierno y emotivo, como casi todos los repórters crecidos en las líneas de fuego, se fajó en las trincheras del periodismo en varias guerras. Paradójicamente, a lo áspero de su oficio, acuñó una de las ideas más lúcidas y sensibles sobre la Navidad –aplicando de paso cierta dosis de autocrítica– al asegurar que es una necesidad vital dedicar al menos un día a recordar que estamos aquí para algo más que para pensar en nosotros mismos.
Este año, Torrelavega ha decidido felizmente abandonar el triste camino de la penumbra, acabar con la cicatera infraluminosidad de los últimos años, apretando el interruptor de la luz. Los farolillos navideños tienen la capacidad de influir en el estado de ánimo a pesar de que somos vanidosos y preferimos pensar que nuestros sentimientos provienen de causas más elevadas, sin querer admitir que algo tan sencillo como la luz empuja al optimismo. Las provocadoras y titilantes lucecillas callejeras ejercen un hechizo nada desdeñable.
La Navidad es un estado de la mente, un tiempo de costumbres, la involuntaria concesión que nos permitimos durante unas horas para rebuscar en el desván de la perdida inocencia infantil algunos de los más gratos recuerdos de nuestras vidas. Es un tiempo litúrgico que también sirve para intentar rescatar la niñez. En la mañana del 6 de enero, vivimos el desconsuelo de no ser un niño.
Este año, la ciudad parece distinta. Tiene más luz. Los chavales pululan inquietos con el envidiable nerviosismo que provoca ir buscando novedades de aquí para allá, provocados por las apuestas de un equipo de trabajo que, empujado por López Estrada, ha conseguido acabar con la resignación de los adultos y la indiferencia de los pequeños, nunca suficientemente ahítos de enervantes estímulos.
La sinartrosis de aquella polémica, estática, onerosa y controvertida bola de luz del año pasado –que sirvió poco más que sorprender unos segundos para convertirse después en un carísimo 'fotocol' navideño– se ha curado con propuestas variadas y dinámicas que atraen a los chiquillos como inevitables imanes. Apuestas sencillas para unos momentos que nunca van a olvidar y que permiten demostrarles que se puede ser feliz sin necesidad de gastar mucho dinero. Atractivas tentaciones que han logrado cambiar radicalmente la tediosa imagen navideña que la ciudad arrastraba.
Las culturas y las familias se perpetúan imbuyéndose en los rituales –al fin y al cabo en las formas– y aunque se pierdan muchas cosas a lo largo de los años, mantengamos la Navidad como algo brillante (Grace Noll Crowell, Iowa 1877-Dallas 1969).
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Ana del Castillo
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