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Guillermo Balbona
Santander
Miércoles, 11 de septiembre 2019, 10:16
A Ric Roman Waugh, cineasta de títulos como 'La próxima víctima'; 'Criminal' o 'Maestro del crimen', el objetivo se le había quedado pequeño. Así que, con semejante filmografía, resulta lógico poner el punto de mira de su cámara en la presidencia estadounidense y en el ... afán destructor. Asume así una nueva entrega de un híbrido entre saga y franquicia de acción viajera que itinera, más absurda que divertida, en función de la movilidad del invulnerable agente Mike Banning, encarnado por Gerard Butler que, por supuesto, produce el proyecto a la medida de su egocéntrico pasaje argumental.
Las diversas entregas acabaron por solaparse en su acumulación de ridículo y en sus extremidades artificiales. Estererotipos, tópicos, maniqueísmos y previsibles situaciones han edificado el discurrir de este Anacleto, agente del Servicio Secreto, encargado de la seguridad del presidente USA. Tras La Casa Blanca y Londres, con el guionista Robert Mark Kamen, ligado a a la marca de creación y producción de Luc Besson, apenas cambia lo esencial en esta entrega pero al menos se ha logrado que las costuras sean mas sólidas y que los giros no huelan a película quemada.
Lo demás es fiel a la mediocridad: esquematismo, diálogos que parecen haber pasado por una dieta de adelgazamiento intelectual, fabricación de enemigos con tanta forzada artificialidad como se destruyen y, por supuesto, dosis y sobredosis de soflamas patrioteras hasta provocar una úlcera ética. Si a la acción le sumamos una legión de drones, un héroe indestructible mas propio del cómic de superhéroes y una envoltura de entregado y cansino funcionario al servicio de la patria, ya está el maletín completo.
La reiteración e insistencia como norma, la acción estirada hasta la prótesis argumental –aquí mas sosegada y artesanal, lo que se agradece–, y la venganza como paleta monocolor constituyen los factores que sustentan el supuesto espectáculo de acoso y derribo. Un manual de geopolítica de tebeo que, ente tiroteos y explosiones, muestra sus instrucciones, solo aderezadas por las apariciones infrarreflexivas de un presidente encarnado, cómo no, por Morgan Freeman –no sé a que esperan en ese país a sustituir a Trump por el actor–, en una especie de sucesivos raptos paternalistas que convierten a los espectadores en guardaespaldas de un interminable abrazo fraternal de barras y estrellas. 'Objetivo: Washington D.C.' es un esqueje de 'El fugitivo' de tal modo que el protagonista adquiere la función de fugado, perseguido y defensor en una atareada y agotadora labor digna de medalla. Del enemigo norcoreano al enemigo interior.
El trayecto no parece muy imaginativo. Un par de golpes de efecto y se consumen las dos horas de metraje. Si deciden superar la trilogía, cabe desear que el objetivo sea el de la autodestrucción. A lo mejor, en el paro, el agente secreto desnuda tanta prepotente ineficacia.
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