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Hace una semana se cumplieron veinticinco años de la liberación de Ortega Lara, funcionario de prisiones secuestrado por la banda terrorista ETA y recluido en un zulo en condiciones infrahumanas desde hacía casi dos años, exactamente 532 días, durante los cuales no pudo salir de ... un inmundo agujero subterráneo. Saber que hoy aquellos que le torturaron de aquella manera tan brutal gozan ya de libertad es tan indignante que resulta imposible expresarlo con palabras. Y es que, ¿como podemos perdonar a unos individuos que estaban decididos a dejarle morir de hambre y sed, después de tan largo cautiverio, cuando la Guardia Civil, que lo buscaba en aquella nave de las afueras de Mondragón donde sospechaban lo tenían encerrado, no eran capaces de localizarlo después de muchas horas de búsqueda? ¿Que corazón, o más bien falta de él, hay que tener para, sabiendo dónde estaba enterrado el secuestrado, ser capaz de estar sin inmutarse durante horas y sin dar una mínima señal de dónde lo tenían oculto? ¿Qué principios morales, o falta total de ellos, puede tener quien es capaz de comportarse con esa frialdad sabiendo que si la Guardia Civil se retiraba el hombre, sí, hombre, y por tanto un semejante, iba a morir irremediablemente por falta de alimentos? ¿Qué humanidad, o falta absoluta de ella, podían tener quienes tal comportamiento mantuvieron?
Afortunadamente, la constancia de la Guardia Civil, convencida como estaba -después de largas investigaciones y de las idas y venidas de determinados sujetos a esa nave industrial- de que allí se tenía que encontrar el secuestrado, dio su fruto cuando, al remover una pesada máquina, los agentes vieron el agujero en cuyo fondo, un cubículo carente de luz, de unos tres metros de largo por poco más de dos de ancho y una altura máxima de uno con ochenta centímetros, era el recinto en el que se encontraba Ortega Lara, quien al ver aparecer al primero de sus rescatadores parece ser que, desesperado por tan penoso cautiverio, le dijo: 'mátame ya de una vez'.
Las imágenes que luego vimos todos los españoles de una persona en el lastimoso estado que tenía el recién liberado nos impactaron de tal forma que solo la alegría de saber que ese hombre, que durante tantos días había abierto los telediarios, había sido liberado con vida nos hizo reaccionar y salir a la calle a compartir con conocidos y desconocidos la buena nueva por la libertad de una persona que ya la considerábamos como de nuestra familia.
Pero, como dice el dicho popular, «qué poco dura la alegría en la casa del pobre». A los nueve días de la liberación de Ortega Lara, ETA, la banda asesina que con tanto apoyo contó entre la gente normal del País Vasco -en el pecado espero que lleven su penitencia mucho tiempo- secuestraba a un concejal del Ayuntamiento de Ermua, Miguel Ángel Blanco, y a pesar de las multitudinarias manifestaciones por toda España solicitando su liberación, a los dos días, los mismos cuyos corazones no se conmovieron ante la muerte segura de quien de no haber sido liberado hubiera quedado enterrado vivo, tampoco se conmovieron ni por la juventud (29 años) ni por la inocencia ni mucho menos por la irracionalidad que significaba descargar sobre él su frustración por la liberación de Ortega Lara, asesinándole con dos tiros en la cabeza. Hay que ser cobardes. Hay que ser inhumanos. Hay que ser salvajes. Hay que ser despreciables.
Ante tal barbarie, muchos de los que hasta entonces apoyaban a ETA, o al menos miraban para otro lado ante sus criminales actos, se conmovieron y durante un tiempo, no demasiado tampoco, criticaron este asesinato tan repulsivo como cobarde. Pero, tal y como ya nos tenían acostumbrados, pronto lo olvidaron, y con la colaboración nuevamente de los buenos vascos pasaron página y volvieron a las andadas.
Ahora que han transcurrido ya veinticinco años de aquellos trágicos sucesos, ¿cuántas calles o plazas han sido dedicadas a éstos dos héroes de nuestra democracia? ¿Tan poca memoria tiene el pueblo vasco? ¿O será que preferirían que en vez de personas como Ortega Lara o Miguel Ángel Blanco figurasen los nombres de quienes durante muchos, muchísimos años, persiguieron, extorsionaron, torturaron y mataron a tantos españoles por el simple hecho de no pensar como ellos? Confiemos en que quienes tanto defienden ahora la memoria democrática honren como merecen a héroes como los dos citados, ejemplo de tantos españoles, muchos de ellos también vascos, que padecieron durante tanto tiempo la sinrazón de ETA y ahora sus familiares, o ellos mismos, tienen que sufrir en las instituciones españolas las andanzas de sus herederos, y ver, para vergüenza general, al Gobierno de España pactar con ellos sus políticas, ayudándoles así a blanquear sus crímenes.
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