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Arturito Gómez es el alumno gracioso que se convierte en el centro de atención del aula de tercero de Primaria. Siempre hay un Arturito. ... Lo vemos en la escuela, en la universidad, en la oficina, en el bar, en la fábrica o en la política. Tiene la gracieta bien engrasada y a punto, la anécdota exagerada hasta la caricatura o directamente inventada, y alcanza cierta notoriedad, a falta de mayores méritos, por la ocurrencia simpática, el chascarrillo inconveniente, la incontinencia verbal y la historia mentirosa contada con salero. Si se dedica a la cosa pública, el discurso es populachero, vibrante y vacío. Lo promete todo sin cumplir nada, para mañana prometer lo mismo. Arturito es un compañero ideal de cerveza, jarana, espectáculo y folclore, pero ni es aplicado ni trabajador, aunque lo parezca y publicite, y muy poco fiable cuando pasamos del humor a los asuntos serios.
El desprestigio de la clase política, confirmado por las encuestas, viene dado por la corrupción y la presencia creciente de estos Arturito, bien conocidos en Cantabria y en el resto del país, que encuentran acomodo en una actividad noble transmutada en verbena. La falsedad no paga peaje, lo mismo se dice lo uno que lo contrario y el populismo gana terreno de tal modo que triunfa la charlotada sobre el rigor, el currículo o el examen de la gestión. Estamos en manos de los nuevos embaucadores de remedios prodigiosos, los charlatanes de feria, hechiceros de tribu, buhoneros de los caminos de España, doctores Doxey del elixir del crecepelo milagroso y vendedores del bálsamo de Fierabrás. Sin embargo, la pregunta de si aquí o en Madrid contamos con personas responsables, serias y competentes encuentra una respuesta positiva: sí, las hay, pero no se dedican a la política.
La diferencia entre reírse con y reírse de es considerable. El primer reparto de fondos europeos para combatir los efectos del covid sigue el guion previsto. El Gobierno central sustrae a la Cantabria dócil treinta millones de euros -recibirá la asignación per cápita más baja de España- para sumarlos a otras partidas rentables políticamente. Revilla pone «el grito en el cielo», habla con la ministra Montero y, por toda reacción, envía una cartita pidiendo que se rectifique. Es un aviso de lo que nos espera. Pedro Sánchez no necesita a Cantabria. Mientras, lejanas quedan las promesas que nos hicieron en Puertochico: situar a la autonomía entre las primeras del país, la autovía Dos Mares, dos trenes AVE, la Universidad del Español, el Mupac, la Ciudad del Cine o la fábrica de fibroyeso. Por ejemplo. Cantabria continúa su imparable declive, y ningún Arturito Gómez va a solucionarlo.
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