La hoguera prohibida

Supongo que esa atracción enigmática que provocan las llamas habrá sido la causa de que las hogueras continúen siendo centro de celebraciones purificantes y festivas, la más importante ésta que recién hemos celebrado, la de San Juan, herencia de celtas y romanos para dar la bienvenida al solsticio de verano. Pero este año, parece que ha llegado el momento de reconocer que el fuego de las hogueras no es tan poderoso como suponíamos y que, como un simple mortal, no ha sido capaz de soportar la neumonía bilateral del coronavirus que le ha dejado sin oxígeno en los pulmones. Las autoridades sanitarias cántabras las han prohibido, así como las típicas verbenas y eventos populares que alegran la llegada del verano, como medida para evitar las aglomeraciones en las playas con esas noches locas donde se salta sobre el fuego, se queman mensajes de papel con deseos secretos y se bautiza el estío con un refrescante baño nocturno.

La 'nueva normalidad' nos ha colocado policía en las playas para vigilar esas ganas de celebración. Y qué difícil es esconder una hoguera en plena noche ¿verdad? Así que ha sido una noche de San Juan diferente, tan diferente como el inmediato futuro de nuestras vidas con esta maldita pandemia que con sus rebrotes pretende convivir con nosotros todo el tiempo que pueda.

La prohibida hoguera de San Juan nos advierte que la única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse. Qué buen consejo para no bajar la guardia con este virus que no se apaga nunca.