Los hombres de pro
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Como la democracia liberal es un modelo, algunos de sus rasgos fundamentales siguen presentes«Y luego que han sido diputados –concluyó Cuarterola–, si te he visto no me acuerdo». Esto decía el tabernero perediano de 'Los hombres de pro', personaje a quien el candidato al Congreso don Simón de Peñascales acudía en busca de ayuda electoral. El relato ... se publicó en 1872 y recoge la experiencia del escritor de Polanco en la campaña que, el año anterior, lo había convertido en diputado por el distrito de Cabuérniga como candidato de la Agrupación Católico-Monárquica, que reunía a antiguos moderados isabelinos y carlistas rampantes. Era ahora rey Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel, el unificador de Italia y «carcelero de Pío IX» para la opinión católica, que el Vaticano agitaba contra el Risorgimento. El Gobierno era liberal, pero liberales había de varias clases: los unionistas representados por el general Serrano, los progresistas de Sagasta, los demócratas de Ruiz Zorrilla, los republicanos de Martos.
En un interesante estudio del profesor de la Universidad de Cantabria Manuel Estrada, se examina cómo en aquella ocasión Pereda salió beneficiado de las rivalidades internas del campo liberal. Obtuvo 3.997 votos, por 3.668 del abogado Habencio Cárabes, candidato ministerial, y 1.522 del unionista campurriano José María de Cossío, a quien los hombres del influyente José Posada Herrera, unionista asturiano que había sido co-redactor de la Constitución de 1869, habían obligado a no competir por Torrelavega (donde impusieron al ex alcalde Julián Ceballos, que perdió por 183 votos frente al ministerial Felipe Ruiz Huidobro). La división entre liberales, pues, puso en peligro Torrelavega (el carlista Gómez de Salazar obtuvo solo 244 votos menos que el triunfador liberal) y entregó en mano el distrito cabuérnigo (que incluía el valle del Nansa y Liébana) a Pereda. Este no pudo hacer gran cosa en Madrid, aparte del clásico montañés: dar un poco la lata al ministro de Fomento. Amadeo I se hartó de los españoles y abdicó en 1873, de modo que se proclamó por primera vez la República. Fue su presidente el abogado catalán Estanislao Figueras, quien, al anunciar su dimisión poco tiempo después, saturado del caos nacional, espetó a sus ministros aquella antológica frase: «Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros».
Como la democracia liberal es un modelo, algunos de sus rasgos fundamentales siguen presentes. Se busca a los Mayorazgo y Cuarterola que controlan votos colectivos mediante favores recíprocos; o se convierte el BOE, vía «viernes sociales», en abierto caciquismo ministerial. Los campos políticos que se dividen ponen el escaño en el alero para que lo pille el contrario. Y por muy insigne escritor que seas, alguna diablura es necesaria. Hasta habrá émulos de Posada Herrera que impongan, a través de sus tentáculos, amiguetes que fracasarán. Y bien podemos añadir que ser candidato gubernamental sigue conservando su aire de respetabilidad y ventaja. Aunque en teoría todos parten de cero, el cero del Gobierno es ya la mitad del infinito. Así Peñascales tuvo que hacerse ministerial para lograr el escaño. En una de las frases finales de 'Los hombres de pro', puesta en boca del desengañado político, dice Pereda que el parlamento «es una farsa que paga la Nación con la camisa… y algo más». Este domingo tendremos la estupenda ocasión de demostrar que dicha tesis es ya solo una curiosidad arqueológica. Ocasión y hasta obligación.
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Ana del Castillo
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