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¿Difieren las capacidades intelectuales del hombre y de la mujer? Sé que parto de una pregunta muy controvertida, que puede provocar enormes pasiones, sin que, por otra parte, lo único que existe es cierta curiosidad al respecto, entre otras cosas, porque la pregunta tiene ... trampa. La aceptación general es que las inteligencias son homogéneas, aunque determinadas capacidades o habilidades se sitúen más cerca de uno que de otra.
Confieso que esta inquietud surgió en mí en la primera década de este siglo. Fui invitado a la entrega de premios extraordinarios de la universidad de las entonces diversas licenciaturas y carreras técnicas, y del número total de las mismas, solo tres premios correspondieron a varones. La verdad es que lo viví con enorme sorpresa, bien que el premio de una licenciatura de Letras recaiga en una joven, pero en una ingeniería me pareció raro, me sorprendió, como a la persona que me acompañaba. Posteriormente he observado y confirmado que no se trataba de una casualidad. Obviamente mi sorpresa, como la de cualquiera curioso de entonces, estaba enraizada en la deformación informativa y cultural. En mi promoción de más de mil alumnos, no habría más de cien mujeres. Yo vivía de aquel rescoldo.
La noticia se repite de nuevo en El Diario Montañés cuando se publican los nombres y notas finales de la EBAU en Santander, y de los seis primeros, cinco se corresponden con chicas. Esta noticia, más la que se sitúa en mi recuerdo, junto a los diversos comentarios al respecto, me ha animado a profundizar un poco en el tema, porque además es muy interesante. Lo primero es saber, que aunque el cerebro de la mujer sea un poco más pequeño que el del hombre, concretamente pesa cien gramos menos, no por eso es menos inteligente. Nuestras inteligencias son parecidas, no así nuestras capacidades o habilidades, porque hay diferentes tipos de inteligencia.
Nacemos con cientos de miles de neuronas, unidas por miles y miles de circuitos que las conectan, que se desarrollan en el tiempo de forma flexible y plástica, adaptándose a cada circunstancia o forma de vida. Se van desarrollando circuitos específicos a lo largo de nuestro desarrollo, comenzando en las postrimerías de este, una poda, que fortalece los circuitos restantes, que son los que utilizamos.
La Universidad de Oxford, al investigar los cerebros de ambos sexos de personas de entre 4 y 40 años, asegura que el desarrollo de estas redes o circuitos funcionales y estructurales, tiene lugar en ambos sexos, pero que la mujer los desarrolla antes que el hombre. De tal forma que ella madura a los 32 años, su capacidad de autogestión responsable es más prematura, y él a los 43. Esto le permite al hombre disponer de relaciones más vivas y apasionadas, al prolongarse la inmadurez.
En este periodo de madurez, se produce un proceso de neurogénesis, incremento de neuronas, para saber responder a cada situación, y lo hacen de forma parecida en ambos sexos, se fortalecen las sinapsis, y se refuerzan los lazos neuronales o grupos o haces, y se eliminan lentamente aquellos lazos o caminos que no se utilizan, desde una enorme versatilidad o plasticidad neuronal.
Es una forma de reforzar la sinapsis implicada en nuestra actividad, a la vez que se fortalecen los diferentes grupos neuronales. Todo esto va a permitir una mayor eficiencia de nuestro sistema integrador de la información.
Este proceso tiene comienzo dos o tres años de media antes en las jóvenes que en los varones, y persiste más en el tiempo, facilitado por su sistema endocrino, amén de los roles que la sociedad les reserva. El joven, siempre más impersonal, y la joven más acogedora y colaboradora, además de paciente.
En términos generales, el cerebro de la mujer dispone de más conexiones neuronales y es más eficiente que el del hombre, de tal forma que la Universidad Politécnica de Valencia afirma que la mujer madura antes y envejece después.
Por otra parte, estudiadas las diferentes estructuras cerebrales -hipocampo, tálamo, sustancia gris, l.C.R., amígdala, etc.-, no se dan grandes diferencias, más que un mayor tamaño del tálamo en el hombre, y una mayor conexión neuronal en la mujer, lo que permite que algunas de las habilidades o capacidades se sitúen en una dimensión diferente que en el hombre.
La eficiencia de nuestro sistema integrado de los diferentes circuitos neuronales, permite que las mujeres, puedan atender a dos, tres o más estímulos simultáneamente, son más precavidas y observadoras, integran la información y permiten una mayor eficacia en la proyección. La paciencia, la perseverancia y autodisciplina están más facilitadas, como el sentido de protección, disponen de mayores recursos a la hora de sentirse solas. Soportan mejor la soledad, incluso la disfrutan.
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