![El homínido y el escocés](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202010/24/media/cortadas/59303283--1248x1626.jpg)
![El homínido y el escocés](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202010/24/media/cortadas/59303283--1248x1626.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
El filósofo Carlos Nieto Blanco acaba de publicar, dentro de la colección editorial de la Universidad de Cantabria que dirige el historiador Andrés Hoyo, una obra de considerable importancia: 'Discurso sobre la democracia'. Hace meses, en la vieja normalidad anterior a la mascarilla, tuvimos ocasión ... de captar algunos destellos anticipatorios en una concurrida charla de este pensador cántabro en la Asociación de Vecinos de Cueto. Las intervenciones ciudadanas que se produjeron entonces demostraron que estos temas motivan hondas reflexiones del votante.
Esta obra se secuencia en tres tiempos: primero, el del historiador, para entender cómo ha surgido lo que hoy denominamos 'democracia'; segundo, el del patólogo que examina las enfermedades de los sistemas democráticos, y en especial el español; y tercero, el del explorador, que analiza los desafíos presentes y las soluciones en oferta. Sobre todo ello se trata siempre con una prosa clara y ordenada, que revela tanto una vida dedicada a la educación de la juventud cántabra, como la afinidad con grandes filósofos españoles de prosa límpida, como José Ferrater Mora, en cuyo pensamiento es uno de los mayores expertos.
Pero no es este lugar ni para el imposible condensado del 'Discurso sobre la democracia', ni para echar atropelladamente cosas de más o menos en un texto tan importante. Quizá la mejor invitación que se puede hacer a su lectura es prolongar personalmente algunos hilos de los muchos problemas que Nieto señala y que forman nuestra cotidianidad. Voy a tomar solo cuatro y a vincularlos con Cantabria.
El primero es su observación sobre el modo de elegir representantes en listas cerradas y bloqueadas (al Congreso, al Parlamento de Cantabria, a los Ayuntamientos), excepto en el Senado, donde podemos señalar con una equis nuestros preferidos, pero, a cambio, la Cámara tiene funciones restringidas. Este sistema de lista cerrada da todo el poder a los partidos políticos y debilita la conexión entre representante y representados. Sin duda se piensa aquí en los sistemas de distritos, franceses o anglosajones, donde se elige un solo diputado, que se debe a ese territorio. Cantabria ya conoció este sistema durante la Restauración, aunque el caciquismo desvirtuaba su funcionamiento. Pero es cierto que, si se eligieran así nuestros representantes en el Congreso o en la calle Alta, su dación de cuentas y el seguimiento de su gestión serían más intensos. El riesgo de este sistema es el individualismo hispánico que impida gobernar, y el que los territorios pequeños somos propensos a la influencia caciquil. Es decir, las leyes electorales no son secundarias, sino verdaderamente definidoras. Las reglas hacen al fútbol y a la democracia también.
Un segundo tema muy interesante es el autonómico, nuestro federalismo de facto, como señala Nieto citando a Eduardo García de Enterría. La Constitución acepta una desigualdad al singularizar las regiones forales, y por otro lado el juego de los niveles institucionales no siempre resulta eficiente, al interferirse lo autonómico y lo central y bloquearse la toma de decisiones. Resultará muy difícil decir si un concepto aceptable de democracia obliga o prohíbe la descentralización del servicio sanitario o educativo. Se podrá valorar si es más eficiente o menos, pero no más democrática o menos. Solo lo será en función de cómo respeta la voluntad del ciudadano respecto a la organización de dichos servicios. Sería perfectamente democrática la reabsorción de competencias en la Administración central si la gente estuviese de acuerdo; o ampliar todavía más las autonomías, en el caso inverso. Pero aquí hay un problema: una decisión técnica (descentralizar) puede provenir no de consideraciones prácticas (porque es más eficiente) o teóricas (principios filosóficos federalistas), sino sencillamente sentimentales (por creencias identitarias que reclaman el autogobierno sanitario aunque empeore la calidad). No siempre gana el mejor argumento, solo el más eficaz discurso.
Una tercera cuestión que Nieto examina es la influencia de lo emocional-digital. Problema que ya señalaba el filósofo español exiliado en México Eduardo Nicol: desde el momento en que el debate deja de producirse cara a cara, para pasar a canales de comunicación de masas, se pierde buena parte de la racionalidad originaria del intercambio. Esto puede ser discutible ('cara a cara' se habla en asambleas presenciales donde impera la coacción); sin embargo, parece claro que la conducta electoral se ha hecho muy emotiva desde la aparición de la sociedad de masas: la radio, los documentales cinematográficos, más tarde la televisión, y ahora las redes sociales. Hay muchos desniveles en el acceso a dichos canales (¿cuántos políticos cántabros o españoles tienen acceso al mismo horario televisivo y promoción en redes para dar sus opiniones sobre la región o sobre España?) y además una ausencia casi total de argumentación racional. La democracia del 'like', la chanza y el abucheo no es democracia, y mucho menos si la mayoría de esas expresiones son teledirigidas desde los partidos políticos y sus entornos, como ocurre con harta frecuencia. Dado que ha habido ya manipulaciones masivas en el proceso del 'Brexit' y en las elecciones de Estados Unidos, estos temas no han de tomarse a la ligera. No parezca opinión pública lo que es orquesta privada.
Y cuarta cuestión, en la que insiste persuasivamente el autor: la educación. La base de la mejora del sistema es elevar la conciencia sobre los valores de la democracia, el compromiso que exige de cada uno y la cultura que necesita como atmósfera vital. Desde luego, Carlos Nieto ha cumplido con creces su propio compromiso, al llamar nuestra atención sobre situaciones candentes y sobre la fragilidad de la experiencia democrática. Personalmente tiendo a creer que esto de conjugar el legado emocional de un homínido y el legado intelectual de un escocés llevará su tiempo. Hasta entonces, la 'retoricracia' tendrá vara alta. Diremos entonces de la acción educativa como aquel mexicano que echó mano al bolsillo para pagar la ronda en la cantina: «Cuates, aquí estoy yo, no se me adelanten... ¡pero tampoco se me atrasen!».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.