La honradez no engendra millonarios

Pero, aún con todo, los sueldos políticos no producen millonarios. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, gana 85.608 euros al año, casi tres veces menos que Batet, aunque el ciudadano paga todos sus gastos, incluidas las vacaciones. En Cantabria, donde el Gobierno ha tardado tres años en hacer público el patrimonio de sus miembros, y el oscuro Parlamento oculta estos datos a pesar de la obligatoriedad de facilitarlos, el sueldo de Revilla es de 5.249 euros mensuales. Sus bienes, valorados en 510.229 euros -sin que se explicite el detalle, al contrario que en el Congreso-, son los más altos del Ejecutivo. El vicepresidente Zuloaga percibe 61.889 euros anuales, solo un poco más que los consejeros (60.459). Parece evidente que si la declaración patrimonial de altos cargos es preceptiva y necesaria, no lo es menos la pormenorización de la misma con la vista puesta en el largo plazo.

Según razonaba Manuel Alcántara, es «rotundamente incierto eso de que nuestros políticos son en su inmensa mayoría personas honradas y decentes. Si fueran solo unos pocos los trincones y golfantes, el descrédito del gremio, que acusan todas las encuestas, no sería genérico. ¿No será lo contrario? ¿No será que una exigua minoría se mantiene incólume a la desvergüenza y no se ha enriquecido en el ejercicio de su cargo?». La frase del poeta desaparecido y maestro de periodistas mantiene su vigencia ante los últimos escándalos y los próximos juicios. Por ello, no solamente es necesario conocer el patrimonio actual de los políticos sino también el que tenían antes de acceder a la cosa pública y el que atesoran después. Busque y compare. Si convenimos en que los altos sueldos de los políticos no engendran millonarios, sí lo hace la corrupción política. Y de qué manera.