Secciones
Servicios
Destacamos
Reclamo cierta licencia para seguir con el asunto ruso-ucraniano. Pues, justo al día siguiente de advertir aquí de que se nos venía encima, por culpa de Moscú, el rearme alemán, el propio canciller Olaf Scholz, socialista que gobierna con ecopacifistas (¿!) y liberales, dejó a ... su partido y a todo el Bundestag boquiabiertos al prometer un gasto militar extra de 100.000 millones de euros (como el presupuesto de Cantabria de los próximos 33 años) y la inserción en la Constitución del compromiso de un 2% del PIB anual para Defensa (es decir, en torno a 72.000 millones por año, veinticuatro Cantabrias).
Siento de veras no tener esta misma puntería con el Euromillón, mas, ya que estamos, prosigamos la exploración, porque afecta a nuestra vida cotidiana. No me preocupan tanto los 147 millones de euros de nuestro comercio exterior con Rusia y Ucrania, cifras importantes, pero que se irán reorientando a mercados sustitutivos, como las consecuencias del choque económico en Europa y sobre las finanzas públicas.
Unas finanzas que ya venían ciertamente exigidas por dos años de pandemia y por las inversiones extraordinarias en recuperación. Ahora, por un lado, habrá una reducción de la actividad económica en países occidentales que son nuestros clientes y eran socios comerciales de Rusia y Ucrania, singularmente Alemania, pero también Italia, Francia o Reino Unido. Tendrán menos dinero para comprarnos cosas. Esa menor actividad producirá un menor ingreso fiscal de dichos estados, por lo que necesitarían subir impuestos, pero si lo hacen reducirán la demanda privada y la recesión será todavía mayor. Por el contrario, si producimos más barato, nuestras mercancías serán más atractivas para esos mercados con masa salarial menguante. Solo tenemos dos caminos: tecnología descollante o salarios competitivos. Me pido la tecnología.
Por otro lado, Rusia y Ucrania proporcionan suministros energéticos y agroalimentarios, así como ciertos minerales para la industria. La disrupción del comercio provoca una escasez relativa que hará subir los costes de energía y comida, y puede trastornar sectores de nuestra manufactura. Esto se superpone a la inflación general poscovid que veníamos sufriendo. Así que los cántabros estamos ya experimentando una creciente erosión de nuestro salario real. Y las bombas rusas hacen más destrozo en los presupuestos pequeños, para quienes el IPC es un sherpa muy difícil de seguir por las heladas rampas del precariado.
Se abre así un periodo en que no podremos cumplir los objetivos de transformación ecológica. Avanzaremos con renovables, sí, pero en un contexto económico peor, y más obligados al aprovisionamiento alternativo con combustibles fósiles e incluso a replantearnos los apagones nucleares. Quizá a corto plazo se necesite tirar de carbón para sustituir el gas ruso. Es decir, los cronogramas ambientales 2030 están en la cuerda floja. Si pensamos no solo en términos de la crueldad rusa hacia a los ucranianos, sino además en el efecto de esta agresión sobre el cambio climático, a un crimen local se añade otro universal. Rusia va a tardar muchas generaciones en limpiar su nombre... si es que lo consigue.
Un segundo horizonte que no se puede cumplir es el retorno a los techos de déficit y deuda de la Eurozona. Quedaron suspendidos, por buenas razones, con la crisis del covid-19, pero ya se hablaba de ir regresando a ellos en 2023. Pero ahora, con la necesidad de no agravar el shock ruso, de gastar más en apoyar a Ucrania y atender a sus refugiados, y de emplear muchos más recursos para acelerar los programas militares, la vuelta al equilibrio presupuestario desaparece de las agendas. Haciendo de necesidad virtud, para Cantabria sería imperativo aprovechar la situación para agilizar inversiones.
Pues Cantabria continuará sin frenos fiscales. Puede gastar lo que necesite y no precisa subir impuestos a la gente (mucho menos si esos impuestos no se deflactan con el IPC y resultan ser una subida encubierta). Es increíble que a 30 de noviembre pasado nuestra región registrara un superávit de 200 millones, en medio de una evolución económica y del empleo tan mala, con casi 40.000 parados. Y nunca en años anteriores se utilizó el margen de déficit oficialmente autorizado. Así que llevamos de recortes reales ya como doce años, unos cacareados y otros barridos debajo de la alfombra. No creo que exista esta conciencia en la política de Cantabria, porque no hay ningún debate. ¿No es la cuestión básica de todo presupuesto cuánto te puedes gastar? Los malos datos de paro o de matriculación de vehículos advierten sobre las consecuencias de no emplear toda la munición disponible. A veces, el Kremlin somos nosotros mismos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.