El caso del hormigón que hablaba
La plaza, mal llamada 'roja' por el tinte del hormigón, parece un desecho de tienta
Nieves Bolado
Domingo, 10 de abril 2022, 12:03
Secciones
Servicios
Destacamos
Nieves Bolado
Domingo, 10 de abril 2022, 12:03
Si de lo que se trata es de desentrañar los arcanos que impulsan las actuaciones de algunos políticos, se puede recurrir a esta cita de Woody Allen: «El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro ... gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago». A veces, la magia es quitar de en medio cualquier crítica: un gesto, y el mensajero se evapora, o como dicen los pasiegos: «De lo que no se habla, no existe». Maestros en taumaturgia, la última –en Torrelavega– ha sido conseguir hacer hablar al hormigón, que dicen que les ha dicho que «¡hasta aquí!», que «¡basta!», que ni un paso más, que el pavimento de la Plaza del Grano se ha cansado.
No es de extrañar, pues, la rotunda protesta del empedrado porque a este espacio, el más y mejor aprovechado por los torrelaveguenses, no se le ha puesto ni una tirita para curar sus brechas desde que fuera remodelado hace 9.125 días –25 años–, un pavimento que ha sufrido más pinchazos que los que le propinó 'Cagancho' en 1927 a un toro en Almagro. Dicen los munícipes que el hormigón –cual ventrílocuo– ha sido oráculo y que les ha dicho «¡basta!». La magia de algunos políticos es trasmutar lo incierto para que parezca verdadero. Esta plaza, mal llamada 'roja' por el tinte que le aplicaron a un hormigón de calidad ramplona que pintaron de colorado para ahorrarse el enlosado, parece un desecho de tienta porque «lo bueno y barato, no cabe en un zapato».
Durante un cuarto de siglo la Plaza Baldomero Iglesias-El Grano, ha sido como aquella corrala de Madrid que llegó a llamarse 'La casa de Tócame Roque' donde cada uno hacía lo que le venía en gana, sin orden ni concierto. Se ha agujereado a lo largo de este cuarto de siglo, más que las Médulas bercianas, sin compasión, y muchas veces, sin consentimiento, convirtiéndola en la aparente ruina que pinta hoy. La Plaza del Grano es ya un símbolo en Torrelavega, nuestro particular filandón, lugar de encuentros y buenos negocios, pero donde al solado –descascarillado y roto– se le une la ruina del edificio que fuera el primer ayuntamiento que tuvo esta ciudad, aquejado de la maldición egipcia que parece perseguir a nuestras sedes municipales. De vez en cuando conviene mirar las ciudades con ojos de turista para descubrir sus vergüenzas. ¿Qué pensará, por ejemplo, el viajero de esta plaza? ¿Y al pasear por unos portalones con columnas agrisadas y empapeladas? ¿Qué sensación tendrá al entrar a esta ciudad por las ruinas urbanísticas de Torres? ¿O al ver el sucio cartelón de anuncios de los Jardinillos? Okuda, ven y ampáranos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.